Anda por allí un texto haciendo las rondas por WhatsApp, un pensamiento, una opinión anónima que se refiere a las personas de 50, 60 y 70 como la demográfica más afortunada del mundo por estar viviendo sus sueños, además de otra serie de afirmaciones dudosas sobre este personal que son tan excepcionales que parecen cuento de hadas. Si no reproduzco aquí el texto entero es por falta de espacio, pero entre las afirmaciones que esta una frase en particular que me llamo la atención y, cito: Son hombres y mujeres independientes que trabajan desde hace mucho…Lejos de las tristes oficinas encontraron hace mucho la actividad que mas les gustaba y se ganan la vida con eso…Los que ya se han jubilado disfrutan con plenitud de cada uno de sus días sin temores al ocio o a la soledad. Disfrutan el ocio, porque después de años de trabajo, crianza de hijos, carencias, desvelos y sucesos fortuitos bien vale mirar el mar con la mente… Hoy la gente de 50 60 o 70, como es su costumbre, está estrenando una edad que todavía NO TIENE NOMBRE (sic)…

“Cuando seas grande…” Me decían en casa. Soy la primera de cuatro, la rebelde, la que abrió caminos y se emancipo a los 22 años porque según yo ya era grande, responsable, con toda una vida de retos y aventuras por delante. Grande. Y sí, hasta hace no mucho yo seguía la filosofía que afirma que “La edad es una condición de la mente” y, también creo que mi mente se quedó con la madurez de una persona de 35, pero mi cuerpo no. Llega un momento en la vida en que uno se empieza a sentir grande. No viejo, grande. Hay una enorme diferencia. Achacosa, más torpe, como oxidada. Y pues sí, ni modo, es normal taloneando los 60. Como dicen por allí todo por servir se acaba y todo acaba por no servir . Supongo que el día que los cumpla me sentiré liberada de muchas constricciones sociales imaginarias pero, mi cuerpo seguirá gastándose por más Botox y suplementos que caigan en mis manos. La siesta renovadora. El beber con moderación. Caminar sin tanta prisa. La gafa se ha vuelto imprescindible así como el antiácido. Ahora sí que soy grande. Llevo cicatrices físicas y mentales. Estoy orgullosa de mi edad y logros hasta ahora y quiero más. Y esto, en teoría, va a seguir otros 20-30 años así que mejor ir haciéndose a la idea de que esto va para largo y abrazar lo que viene de lo mas dignamente que se pueda. Los chavorucos no cuentan. Ni Madonna.

En los años 50s, los sociólogos y antropólogos sociales cuñaron la palabra “adolescencia” para integrar esa etapa entre la niñez y la adultez. Ahora hay que inventar algo para todos aquellos quienes han sobrepasado la mitad de sus vidas pero que aún les queda mucho tiempo por vivir: los “grandes”. No tengo un bucket list de actividades y proyectos por hacer. Ya están en orden mi testamento y, la tarjeta de donadora de órganos: si algo sirve que se recicle. Sigo adelante sin gritos ni pataletas. Quiero creer que en situaciones como esta el kilometraje es una ventaja y no un handicap. “Vintage” seria una buena propuesta, suficientemente viej@ para estar en la siguiente vuelta de la vida, pero no tanto como para ser exhibid@ en un museo. De ser coche seria uno de los nuevos clásicos como el DeLorean de Regreso al Futuro. De ser canción seria África, de Toto. De ser banda, Fleetwood Mac.

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