… Y así, llegó el día primero del mes y con él la Navidad se hizo oficial. Se prendieron luces en Valencia y hubo ceremonia con villancicos, la pista de hielo a todo lo que da, el carrousel para los niños, vamos, hasta Mariah Carey.  De la misma manera y como todos los años se dejaron venir mis sentimientos encontrados al respecto.  De haber nacido en otro lugar y momento, si me hubieran dado a escoger, festejaría el día de Acción de Gracias, prefiero el pretexto.  De entrada, agradecer al delicioso pavo por mi capricho de temporada, la oportunidad de comerlo y, sobre todo, el simple hecho de estar viva, algo que no cuestiono, que olvido fue un regalo. Dato curioso, esta fiesta no es exclusiva de Estados Unidos y Canadá, Suiza, Japón y Alemania conmemoran algo similar. Para algo más soleado entonces hay que visitar Brasil, o Liberia, en el occidente de África. Otra opción que me atrae es honrar a los ancestros y las queridas amistades que ya no están, tantas historias, anécdotas, rayitos de sabiduría que se llevaron con ellos. Las celebraciones del Día de  Muertos me encantan en su simbolismo, en su sana y divertida relación con la muerte. Disfruto montando el altar con flores color naranja, pan de muerto, calaveras de azúcar, además de las ofrendas personalizadas. Lo que no me gusta es que cada año tiene más fotos.

Cuento en las estadísticas aunque soy católica no practicante desde hace muchísimos años, lo que no he logrado es deshacerme del dejo de culpabilidad que me provoca, ya que le extiendo los brazos al consumismo en que se han convertido estas fechas. Parte del alboroto que se arma conforme se acerca la fecha, es ir notando los cambios en las calles y aparadores que se van llenando de verdes, rojos y dorados, foquitos de colores, moños, gnomos, santa clauses, trineos, flores de noche buena. Me gusta. Aunque sólo en sueños saboreo el ponche con guayaba y tejocote y rompo la piñata a palazos. La oportunidad de regalar. Además, tengo una gran caja de plástico hasta el tope de decoraciones y motivos navideños sorpresa, que hace tiempo no salen de su escondite. Y es que en el fondo sigo siendo Grinch, Scrooge, Gremlin mojado después de la medianoche.

Tanto aquí en España como en muchos hogares católicos alrededor del mundo, los Reyes Magos tienen el rol principal por lo que el número y oportunidades para celebrar y reunirse con familiares y amistades se alargan más de una semana. Para los preparativos está el puente del 6 al 12. Así, el jueves por la tarde, salí de casa con la intención de sentir en carne viva el espíritu navideño de la ciudad y con algo de suerte contagiarme un poco. Cuatro capas de ropa y esperando lo peor, cuál sería mi sorpresa al caminar por un termohigrómetro y leer 24 grados centígrados. Situación poco deseable por donde se le busque. Llegué a un centro comercial, di vueltas un rato. Salí.  Encontré una banca vacía frente a un castillo inflable más o menos concurrido y me senté a comer una empanadilla fría de atún con jitomate que pedí en un mostrador porque todo lleno.  Entonces caí en la cuenta: Niños. Niñas. Para que la Navidad realmente sea y tenga algún sentido debe haber ilusión, ingenuidad y buena voluntad. Una niña de unos cuatro años brincaba y volteaba a ver a su madre, quien a su vez le sonreía de regreso; se tomaron un par de fotos...Sonrisas gratis, genuinas, gozosas, me hicieron la tarde.

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