Hace cinco años, por estas fechas, el mundo metía freno de mano. En medio de la incertidumbre general que trajeron las épocas del Covid, la sociedad se sentía unida. Mal de muchos, consuelo de tontos, no importa, no había de dónde escoger. Por supuesto no faltaron los negacionistas y otros tantos movimientos retando el sentido común y muchos que pensaron que, después de esta situación, el mundo cambiaría, terminarían las guerras y viviríamos como hermanos en próspera convivencia cantando “Imagine” todas las noches a la misma hora. Nada más lejos de la verdad. A cinco años de la peor emergencia de salud que se ha visto en años recientes, la sociedad se ha transformado en algo que el polaco Zygmunt Bauman (2000) describe como la sociedad líquida, esto es, todo está en constante cambio, nada es permanente. Esta falta de cohesión en instituciones y vínculos desencadena una enorme cantidad de problemas en el individuo quien de pronto no sabe ni por dónde y es que de eso se trata. El vivir en una sociedad fluida significa que las certezas no existen y debemos estar en estado constante de incertidumbre y adaptabilidad, y eso cuesta caro.
Todo lo anterior viene a propósito de dos casos en particular, ambos en Estados Unidos, en partidos de beisbol. Seguro se enteraron, amables lectores. Dos adultos miembros del público se sintieron con “derechos” y salieron con premio ganado por las malas. En uno de los casos un hombre le arrebató una gorra a un niño, en el otro una señora fue a reclamar su derecho a la pelota que cayó en las gradas. Creo que hay pocas cosas más ilustrativas del tipo de sociedad en la que nos estamos convirtiendo que la actitud de estos dos personajes: Yo llegué primero, sálvese quien pueda. O como en México con las ladys y los mirreyes; cada país tiene el suyo en distinta modalidad, el caso es que a veces siento que cada vez somos más egoístas y desconfiados que nunca y luego me acuerdo de que esa es la idea detrás de la sociedad actual. ¿Será por ello por lo que hoy en día los jóvenes alcanzan la madurez mucho más tarde que hace una generación? ¿O será que las fronteras generacionales son cada vez menos claras y, en cambio, vivimos una vida fragmentada durante más años? Raros son los trabajos de por vida, las relaciones largas, las oportunidades que van y vienen dentro de la fragilidad de lo subjetivo.
A diferencia de las sociedades sólidas en donde se trata la realidad como un todo con leyes inmodificables, las sociedades líquidas “…hacen hincapié en el devenir continuo de la realidad, en la finitud de todo fundamento sólido y en la imposibilidad de encasillar lo singular bajo parámetros universales” (ui1.es). No estoy tan segura. Si bien son ya varios los años en que la sociedad evoluciona más rápido que sus reglas y normas, existen ciertos valores básicos e infinitos imposibles de ignorar como la moral, la ética, la diferencia entre el bien y el mal, tratar al prójimo como a uno mismo, la civilidad (aunque esté en venida a menos) y lo más difícil, el respeto.

Lo que no dudo es que todos y todas seguiremos buscando un sentido de pertenencia, de conexión, un lugar que en nuestra mente diga “De aquí soy” y fluir junto a la corriente -no en su contra- flotando cómodamente sobre un colchón inflable evitando las ramas de la orilla. Un lugar seguro y acogedor para siempre -por ahora. El remo es opcional, pero se recomienda.