Cuando era chiquita, veía mucho canal 5 por sus contenidos aptos para todo público. Ver a Genaro Moreno ofreciendo Chaparritas del naranjo entre Ultraman, Señorita Cometa, Don Gato y su pandilla, me encantaba. Mis recuerdos no son muy claros, pero según yo fue en su programa cuando escuché por primera vez la Balada del vagabundo, una canción escrita en 1963 por Andrea Lagunes, que hiciesen famosa José Guardiola y su hija Rosa Mary que no he podido olvidar, sobre todo por la última línea:

“Un vagabundo es un hombre que va siempre
De un lado al otro caminando por el mundo
Sin ambición, sin ansia ni esperanza,
Y no merece amor, ni confianza…”

Han cambiado los tiempos de tal manera que las letras suenan ofensivas y políticamente incorrectas. Un vagabundo es una persona errante que carece, por una razón u otra, de domicilio fijo y de medio regular de vida. Un indigente, por otro lado y según el diccionario de la RAE, es una persona que sufre de indigencia, esto es, “Falta de medios para alimentarse, vestirse, etc.” Trabajo, problemas familiares, drogas, la razón es lo de menos ya que, en el fondo, es gente que sufre, que debiese tener los mismos derechos y oportunidades que cualquier otro ciudadano, más por gusto o circunstancia les es imposible. Y aquí en Valencia, ciudad que se distingue por su orden y limpieza, estas personas están por todos lados: merodeando en basureros, mendigando afuera de las iglesias, las terrazas de cafeterías, cantando, maldiciendo, buscando alguna manera de hacer dinero. Los hay fijos y ambulantes, locales y emigrantes con perritos, gatos, letreros; caminando por las calles o en el transporte público repartiendo notitas y paquetes individuales de kleenex entre parada y parada. Me dan mucho en que pensar.

¿Problemas del primer mundo? Por supuesto. ¿Que no es allí donde debiésemos estar moral y éticamente? La pobreza es mundial y la responsabilidad de hacer algo por ayudar, aunque sea mínima, aplica a todos. Mi lugar de privilegio comienza por el simple hecho de ser blanca. Pero no siempre es fácil. Reúso. Reduzco. Reciclo. ¿Qué más puedo hacer? Hace muchos años, cuando vivía en Londres, había un hombre joven con un perrito instalado en mi camino diario pidiendo dinero para comer. Era fácil distinguirlo a cualquier hora del día pero en las noches desaparecía. Una tarde la quise hacer de buen@ samaritan@ y le ofrecí un sándwich de atún que traía para mí. Al verlo de cerca me dio las gracias y lo rechazo porque resulta que el susodicho era vegetariano. Me pasó algo similar con un indigente que dormía en la entrada de un cine. Intenté regalarle una bolsa de dormir pero no la aceptó por no tener donde guardarla. Aunque mi intención era buena, mi ignorancia me hizo sentir bastante insensible e ingenua, aunque no tanto como cuando aquí en Valencia, una mujer me tomo de la mano y comenzó a “leerla”. Me dijo cosas horribles y casi sin darme cuenta salieron los amuletos, se realizó la limpia y, se exigió pago.

Vivo cerca de contenedores de basura (que se encuentran prácticamente en cada cuadra), y he observado a distintos personajes en acción, en su mayoría hombres de arriba de cuarenta. Rescatan cables, persianas rotas, pedazos de metal, sartenes, ganchos. A veces los vecinos hacen limpia y colocan sus ollas y cazos sobre los basureros de donde desaparecen rápidamente para comenzar una nueva vida quien sabe dónde, con quién, o a manera de qué.

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