Desde hace más de 25 años a FuK LuK Shou al lado de mi cama, dioses chinos que me sugirieron tener por sus poderes sobre el dinero, la prosperidad, y la longevidad. También tengo una colección de amuletos. Protectores, sanadores. Mi colección está formada por estampitas, listones y todo tipo de cristales y semillas que me han ido regalando con el tiempo siempre de buena fe, creyentes de estos pequeños objetos y sus superpoderes. Yo con eso tengo. Y agradezco, aunque soy medio hereje.

Cuando andaba por los 20s estaba muy metida en el tarot y la magia blanca. Al tarot iba a una cafetería cerca del Parque de los Venados y la magia blanca la hacía en casa con ayuda de revistas y recetas pasadas de voz en voz. Tenía yo un pseudogalán, Carlos, quien como la Adelita a todas decía que sí, pero no decía cuándo. Yo moría de amor. Y como no lograba conquistarlo con mis encantos naturales opté por la magia. Uno de los conjuros implicaba velas rosas de cada lado de mi cama, una de la cuales coloque en una mesita mientras que la otra tuvo que acomodarse sobre una silla de ratán con cojín de plástico. Y sí, la vela se cayó a medianoche, el cojín empezó a arder, luego la silla… Afortunadamente no paso a más, pero estuvo cerca. Un par de años después, cuando mi mamá decidió limpiar el congelador, apareció un cubito individual de hielo color pastel, de esos que había antes que, al derretirse, mostraba claramente la foto flotante de Carlos quien había sido congelado para que nadie más le hiciera caso. Gran fue mi sorpresa al encontrarme al susodicho y su novia, vestidos de boda, en el alto de Revolución y Altavista. He de aclarar que nunca más me acerque a la magia blanca, la negra, vudú o, cualquier tipo de hechizo.

Con el tarot ha sido otra cosa. Aunque no frecuento sitios que ofrecen lectura, de vez en cuando me doy una vuelta. Como en todo, hay mucho farsante, pero también hay personas bien intencionadas con un muy desarrollado don de la intuición quienes, además, han aprendido un oficio que data del siglo XIV “utilizad(o) como consulta e interpretación de hechos… sueños, percepciones o estados emocionales…”, dice Wikipedia. En mi caso es bienvenido cualquier tipo de guía que me pueda ayudar a navegar el futuro, tantas veces incierto, de situaciones que están fuera de mi control, o sea, básicamente todo en la vida. Me da tranquilidad. Me ayuda a reencuadrar situaciones y conclusiones. Supongo que es algo que los creyentes llamarían “esperanza”: confiar en la ayuda de un ser supremo para que la vida no sea tan amarga. Yo trato el tarot de la misma manera que trato a la astrología: con mucho respeto y una pizca de sal. Para mí son como un mapa lleno de símbolos y mensajes secretos que nos llevan al final del arcoíris. Como cuando Mercurio está en retrógrado. Nadie sabe exactamente lo que significa, pero la gente se va con cuidado. Brevemente: es un fenómeno natural físico en el que Mercurio aparenta moverse hacia atrás; sucede cada cuatro meses y dura tres semanas. En la astrología, Mercurio representa todo lo que tiene ver con la lógica, las comunicaciones y la tecnología, la mentalidad, los patrones de pensamiento y situaciones familiares, laborales, si entra en retrógrado a todos nos afecta -dicen. No soy de l@s que leen su horóscopo todos los días, pero la descripción de géminis, mi signo, en libros de astrología me queda como guante. Algo tiene que haber de cierto.

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