Estaba yo leyendo sobre el caso de un tal Richard Glenn, un inglés, maestro de preparatoria, quien fue encargado de chaperonear a un grupo de estudiantes de viaje por Costa Rica. Estando allí se fue de fiesta con sus alumnos y, después de recorrer varios bares, acabaron todos visitando a unas teiboleras. Aparentemente, el Sr Glenn llegó a tal grado de alcoholización y se metió en tantos problemas que al día siguiente fue mandado de regreso a Inglaterra. Ésto en 2019. Al principio se me hizo gracioso y me hizo pensar en la importancia de las clases presenciales pero después ya no tanto, no por el Sr Glenn en particular sino por el tipo de educación sexual que se imparte en ciertos colegios, sobre todo aquellos con algún tipo de afiliación a grupos y misiones religiosas, particularmente las católicas.

Yo ya estaba en la universidad la primera vez que fui a ver a los Chippendales. Toda la vida estuve en uno de esos colegios que llaman “de monjas”, puras niñas, uniforme ridículo. Clases de 30 adolescentes cuchicheando y con risitas mientras el santo del maestro de biología, el Sr. Flores, hablaba de cigotos o espermatozoides de la misma manera que explicaba la fotosíntesis: el aparato reproductor masculino y femenino y su funcionamiento. Cero específicos o consejos prácticos. Otro día nos dieron una plática sobre la menstruación patrocinada por Kotex a la cual tuve que asistir acompañada de mama. La idea -supongo- era que con estos conocimientos reforzaríamos nuestras ideas sobre la dignidad, la importancia de la virginidad, y que el sexo sirve principalmente para procrear. telarañas y más telarañas. No fue sorpresa que tres de mis contemporáneas se casaran embarazadas. Fuera de eso mi escuela fue excelente y terminé la prepa con 10 en mecanografía. Uno pensaría que en todos estos años las cosas han cambiado pero no. Sé de buenas fuentes que hasta hace unos cuantos años las alumnas eran obligadas a arrancar las páginas del libro de ciencias naturales dedicado a la sexualidad. Otra, de varones, donde los profesores arrancaban cuidadosamente todo lo alusivo al sexo y, en un sobre, se las entregaban al papá para que fuese el quien se hiciera al cargo de explicar el asunto. En pleno siglo XXI. También me enteré que en las escuelas laicas la historia es otra. Según me entere, organizan constantemente seminarios y talleres sobre sexualidad y, dejan a los espermatozoides y distintos órganos sexuales para las clases de biología y anatomía respectivamente. En ambos casos, la gran diferencia entre entonces y ahora es el acceso a información. Antes aprendíamos a través del chisme con amig@s, artículos de revistas o sobre la marcha; la música hablaba de amor y entrega. Hoy en día l@s cha@vos ven pornografía y se educan a través de internet que en muchos casos genera confusión y expectativas falsas; escuchan -entre otras cosas- reguetón, hip hop y rap, géneros que se distinguen por lo gráfico y misógino de sus letras. Más telarañas.

En abril de este año, Richard Glenn fue vetado por un panel de conducta independiente. No podrá enseñar durante tres años al final de los cuales se revisará la decisión. Ojalá y el Sr. Glenn se dé una vuelta por AA y le deseo lo mejor. En cuanto a sus alumnos, estoy convencida de que disfrutaron enormemente su licencia temporal para beber en público porque seguro no sería su primera vez. Ni tampoco la primera que veían a una mujer desnuda de carne y hueso.

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