La noticia global de la semana ha sido los contagios de covid entre los jóvenes mayores de 18 y hasta los treintaitantos, cuya mayoría son l@s nunca bien ponderad@s millenials. Que sorpresa. Esta el caso de los Poblanos que se fueron a Cancún, por ejemplo, o aquí en España el de los estudiantes en Mallorca, en la Comunidad Valenciana los contagios van para arriba, otra vez. Una generación siempre en pleito con la anterior (los Boomers), criticada, menospreciada, “de cristal” porque según esto no aguantan nada y, con un gusto particular por el pan tostado con aguacate y el té matcha. Teóricamente soy Boomer (1946-1964) pero me identifico más con la generación X (1965-1980), que es la anterior a l@s millenials (1981-1996). Estoy atrapada.

George Bernard Shaw dijo alguna vez que la juventud se desperdicia en los jóvenes. Hmmm, no estoy segura, lo que si es que una cosa es ser joven y sentirse indestructible y otra muy distinta tener un poco de sentido común. La pandemia sigue, no tiene ni para cuando y, la verdad uno ya no sabe ni que hacer. Fuera de algunos países cuyas medidas preventivas fueron muy drásticas desde los primeros casos, los gobiernos no han dado una. Mensajes contradictorios, malos ejemplos, malos manejos, mentiras. En el ámbito privado la cosa ha sido otra, aunque no necesariamente mejor. Pero en cualquier caso son justamente las personas de entre 18 y 38 a quienes les ha ido peor en todos sentidos. Preuniversitarios y universitarios sin clases presenciales y la socialización que implica, un mercado laboral como para llorar, un planeta que es un desastre por donde se le mire. Quienes trabajan desde casa tampoco la han pasado del todo bien, sobre todo las familias jóvenes con nin@s pequeños. ¿Y la vacuna Apa? Últimos en la lista. A mí me ofrecieron Moderna y luego luego dije que sí, el proceso fue organizado, rápido y no tuve que bailar o aplaudir con nadie. Al día siguiente me sentí con más frio y flojera que de costumbre, pero de allí no paso. Y sigo siendo parte de la mayoría usando mascarilla.

Y, aun así. Conozco a una señora que vive en Estados Unidos quien lleva semanas tratando de convencer a sus hijos -todos mayores de edad- de que no se vacunen. También se de gente que no altero su vida en lo absoluto y continuo viajando y saliendo como si nada. Cada quien. Aparece entonces la “ola joven” y se rumora que la próxima será la “ola masculina” por aquello de la Copa UEFA y la asistencia a los estadios por todo Europa. ¿Sera? La ciencia dice una cosa, los políticos otra, las instituciones escolares, religiosas, etc., y distintas organizaciones deportivas, culturales y demás ya no saben ni que hacer para mantener contentos a todos. Un epidemiólogo de por aquí, Salvador Peiró, afirmo para el periódico Levante que existe “un doble mensaje constante: que la transmisión es alta y que no pasa nada”. Afortunadamente yo no me he visto en la posición de tener que dar “permisos”, pero muchos padres sí. ¿Qué hacer? ¿A quién escuchar? ¿Que procede? Y luego viene, por supuesto, la presión de amig@s y compañer@s. Además, ¿quién a los 18 pide permiso? Mas bien avisan.

Yo misma debo reconocer que compre boletos para un concierto para 8,000 personas para el 17de este mes. Estadio abierto y gel en la entrada, mi plan era asistir, bailar y cantar, así tuviese que bañarme en Lysol llegando a casa. Cancelado. El viaje a la playa tendrá que esperar.

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