Miguel Bosé y yo tenemos una relación especial desde hace mucho tiempo, aunque él no lo sabe. Hacia finales de los 80, cuando el promocionaba en México su disco XXX, tuve la oportunidad de entrevistarlo para la revista Vértigo. Fue un dialogo abierto, sincero y, a ratos intenso. La claridad de sus ideas y su habilidad de poner letra y música a mis sentimientos me convirtieron en fan. Además, esa entrevista se convirtió en el esqueleto de mi tesis de licenciatura. Nada particular. Le perdí la pista un par de discos después y tarde o temprano me he ido enterando del chisme alrededor de su vida privada y efectivamente es posible que yo hubiese hecho ciertas cosas de manera distinta, pero ni soy el ni tengo derecho a opinar. Su identidad publica es otra historia.

Jordi Évole es un famoso periodista español quien hace dos semanas entrevisto a Bosé causando un verdadero tsunami en el mundillo de Twitter, anexos y similares el resto de la semana. Y siguen. Sus declaraciones políticas y sobre el covid han sido un tanto polémicas y “el público” no lo baja de viejillo loco y drogadicto. Aquí en España, su actitud es también conocida como conspiranoica y, oficialmente se conocen como negacionistas. Para ellos el covid no es una amenaza mortal sino una plandemia, esto es, una manipulación masiva por parte de un grupo de poder que ha politizado la medicina y la ciencia. Afirman que la vacuna es un fraude de alto riesgo y que los medios de comunicación han apoyado de manera ciega en vez de contrastar con otras teorías. Entre menos sabes, más aceptas, alega Bose, los medios ya no informan sino dicen que pensar, y es de la opinión de que todo este rollo no tarda en caer…

No puedo hablar por todos los negacionistas de este mundo, ni estoy defendiendo a nadie, pero debo admitir que algunos de los puntos que Bose menciona son interesantes. Sabían, por ejemplo, que la OMS es un grupo privado? Se los dejo de tarea. La vacuna me la pondré cuando me la ofrezcan. Siento que los pasaportes especiales y pruebas de vacunación son importantes y sin ellos será imposible viajar. Por otro lado, llevo tanto tiempo viviendo en un mundo confinado y restringido que me preocupa un poco la cuestión de la reinserción social mía y ajena. Yo seguiré por un rato con mascarilla, distanciamiento social y mi gel. Es más, ¿qué mejor pretexto para no saludar de beso a indeseables y desconocidos? Porque creo que aquí esta gran parte del problema.

El otro día me tope con un tipo que, o bien no tenía noción del significado de espacio personal, o bien lo estaba haciendo a propósito, de manera retadora, sin mascarilla, por supuesto. Lo que empezó como un intercambio de opiniones respetuoso e interesante termino en acalorada discusión. Este hombre -conocido de un conocido- 100% negacionista, cada vez acercándose más y más a mí y yo, harta, nerviosa y físicamente arrinconada traté de explicarle por enésima vez que no me interesaba escuchar sus teorías conspiradoras y, me alejé. Y debí haberlo hecho mucho antes, pero esa es otra historia. Pero es la falta de respeto la que me preocupa. El reto. La actitud. Francamente no veo de que manera Bill Gates o los chinos puedan tener algún interés en ponerme un microchip, hay personajes con verdadera fuerza política y social. Pero por algo están haciendo tanto ruido.

Es muy difícil. La vida en una pecera. Un megáfono gigante. Una enorme responsabilidad.

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