Donde se cruzan los sueños es una trilogía dramática donde se juega a ser aunque no se sea. No hay límites. Ni siquiera su imaginación podría establecerlos porque está poblada de personajes que no tienen empacho en confesar su estado de vida o muerte. Igual son el recuerdo de su sombra, sus sueños o sus pesadillas. Fue publicada por ediciones El Milagro, los gobiernos de Sinaloa y Culiacán, en la CDMX, en diciembre de 2020. Alberto Solián, nacido en 1964 en San Ignacio, Sinaloa, México, juega en todas las bandas y lo hace con solvencia. Es un autor divertido y sin dependencias. Sus personajes dicen, sueñan, cantan, tocan y escapan a cualquier clasificación tradicional.

Donde se cruzan los sueños está llena de música. Los personajes se entrecruzan indistintamente porque sueñan. Miguel, que es Frank, llega de Estados Unidos, halla a su madre y la invita a que se vaya con él. Hay una muchacha que pasa muy rápido de la felicidad al abandono. Lean este texto sin prejuicios; no es surrealista, se percibe rápidamente que su escritura no fue mecánica sino un cálculo estético de la distorsión de los sueños que pudieran relacionarse con los deseos.

En Rapsodia para un Pescado Sarandeado, la segunda obra, el autor crea dos personajes extremos unidos por la confusión, los recuerdos y una visión distorsionada del futuro. Verde, que se quiere verde, y Azul como una ojera de mujer. Están en cualquier lugar llamado Altata, Teacapán o Playa Fenicia. Verde habla de su depresión y Azul la conduce por los senderos del recuerdo y por el deseo de morir, acto que no tiene la menor trascendencia. En la actualidad cualquiera muere y el mundo sigue su marcha como si nada. Azul ha tenido una experiencia fuerte, trata de explicarle a Verde, pero ella sólo piensa en su hija pequeña. Azul le propone amor pero ella le hace ver que es mejor la amistad. La amistad puede ser eterna, el amor jamás. Cada personaje vive saltos emocionales que el autor ata y desata con una estética de desencanto que no pocas veces llega al corazón. Al final pudiera ocurrir que todos caen seducidos por el aroma del pescado sarandeado.

En Sin Norte de poco sirve la mediación de Dios. Los Relámpagos del Norte, un grupo musical de gran categoría, se convierte en una caricatura provocada por los violentos desacuerdos de sus integrantes. Terminan separándose, al parecer por un problema de amores. Cada quien se va por su lado y pronto Cornelio Reyna se cae de la nube en que andaba. Solián logra un intenso juego dramático donde el lenguaje, las canciones, la ruptura de planos y la dislocación del tiempo son una auténtica provocación. Consigue que cada personaje crezca por su determinación y por lo que significan en el contexto de la cultura popular. Incluso Dios se convierte en su representante y evoluciona de esperpento mal intencionado a un personaje casi dulce y comprensivo.

Los sueños, sueños son, dijo Calderón de la Barca; pero los de Solián, no son tanto. Son más bien las eternas barreras que los seres humanos deben derribar en el camino a sí mismos, allí donde no hay fuerza que borre su presencia que se vuelve infinita, como la luz o los granos de arena que sirven para medir el tiempo de los besos. Alberto es un dramaturgo y director teatral que no complace a nadie, y menos a sí mismo. Cada obra que aparece en este libro es un paso a ninguna parte; a un lugar al que es imposible llegar, al menos que usted viaje a la velocidad de la oscuridad.

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