Durante mucho tiempo fue muy común mencionar que los Estados Unidos es un país blanco, anglosajón y protestante (WASP); el 6 de enero de este año fuimos testigos de la ferocidad e indignación con la cual grupos de manifestantes supremacistas blancos cuestionaban la legitimidad de la elección de Biden y Harris para suceder a Trump y Pence, sus vehementes exigencias consistían desde la anulación del proceso electoral, hasta la designación de facto de autoridades que no habían sido electas en el proceso electoral reciente. Las encuestas mencionan que sólo el 19% de los votantes republicanos están convencidos de la legitimidad de la elección. En estos momentos más de 150 manifestantes están siendo enjuiciados por la toma del Capitolio y 25,000 soldados están atrincherados entre el Capitolio y la Casa Blanca. Los supremacistas blancos se reclaman herederos de quienes proclamaron la Independencia en 1776, una democracia moderna que era válida para los WASP, los nacidos de origen africano eran esclavos y tratados como ganado. Los pueblos originarios (native american) fueron exterminados. Una democracia al estilo de la Grecia antigua, sólo para los atenienses.

Biden y Harris, un católico y una bautista afroamericana derrotaron a Trump y Pence, presbiteriano y cristiano fundamentalista respectivamente. Haré una lectura del contexto desde la realidad étnica, “racial” y religiosa que nos permitirá comprender algunos entretelones del conflicto. Como preludio de la situación, el 5 de enero se realizó la segunda vuelta electoral del estado de Georgia y ganaron los dos candidatos demócratas, un joven judío y un pastor bautista a cargo de la congregación de Martín Luther King, el legendario defensor de los derechos de la población afroamericana. Estos derrotaron a una candidata cristiana y un empresario metodista, ambos fundamentalistas. Con este resultado los demócratas pasaron a controlar ambas cámaras y pueden hacer cambios sustanciales como incrementar el número de miembros de la Corte Suprema de Justicia y cambiar el control conservador.

Haciendo números en el gabinete hay 9 católicos, 4 judíos, tres afroamericanos, 3 hispanos, dos bautistas, una native-american Laguna-Pueblo, una italoamericana y un anglicano. Pero estos datos tienen más matices: el Secretario de Trabajo es un obrero de la construcción, líder sindical, católico que vive en unión libre, alcohólico hoy recuperado con el sistema de 12 pasos de Alcohólicos Anónimos. Siendo alcalde de Boston la consagró como ciudad santuario para migrantes. Dirigirá la Secretaria de Interior por primera vez una mujer e indígena, además madre soltera. El anglicano, secretario de Transporte es abiertamente gay y está casado con una persona de su mismo sexo. La primera vez que un gay ocupa un lugar en el gabinete. Por primera vez un afroamericano y católico es secretario de la Defensa. El Secretario de Estado, el tercero en la línea sucesoria es judío. Garland el fiscal general también es judío y férreo defensor de la 1ª Enmienda que garantiza la libertad de expresión; si los ingleses hubieran deportado a Julian Assange, lo habrían dejado en libertad. Eso explicaría la exótica decisión de la jueza británica, consciente que con Biden harían el ridículo. El gabinete ampliado reproduce el mismo esquema con católicos, afroamericanos, indis, hispanos, chinos y judíos. Ni un solo WASP. El gabinete incluye tres ciudadanos naturalizados nacidos fuera de los Estados Unidos. Los cuatro hispanos son: dos de origen mexicano, un portorriqueño y un cubano.

El Gabinete de Biden refleja esta nueva realidad, está consistentemente integrado por miembros de las “minorías” “raciales”, étnicas y religiosas, quienes ahora conjugados son mayoría y quienes se asumen como descendientes de los antiguos dueños de esclavos, los que configuraban la antigua minoría han sido rebasados por una alianza que incluye a los protestantes “progresistas” quienes votaron sin titubear por Biden-Harris. Los progresistas y liberales no están de acuerdo que los fundamentalistas les impongan su modo de vida “bíblico” y por ello aceptan los derechos a la libre elección de las mujeres, los colectivos LGTBQ quieren vivir en paz con su pareja y los afroamericanos y otras minorías están hartos de ser discriminados “en nombre de Dios.

Para cerrar el capítulo la habitual oración religiosa estará a cargo del jesuita Leo J. O'Donovan, exrector de la católica Universidad de Georgetown, quien fue juzgado en el Vaticano por respaldar un grupo estudiantil proaborto y actualmente dirige el Servicio Jesuita a Refugiados de Estados Unidos (JRS). También participará el Reverendo Sylvester Beaman, líder de la Iglesia Metodista Episcopal Africana Bethel. Un exponente católico de la línea del papa Francisco y un teólogo afroamericano. Kamala Harris, bautista afro, jurará sobre dos biblias y el juramento será ante la primera mujer hispana, Sonia Sotomayor, miembro de la Suprema Corte de Justicia. Amenizan Lady Gaga y Jennifer López.

Estaremos presenciando nuevos tiempos en los Estados Unidos.

Doctor en Antropología. Profesor Investigador ENAH-INAH 

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