Este año es un año electoral pues habrá elecciones en muchos países, a los latinoamericanos nos interesan las de nuestra región y los Estados Unidos. En este contexto de cambios continentales se hacen muchas conjeturas y se invierten muchos recursos en campañas electorales. En los últimos tiempos se han consolidado un conjunto de “expertos” electorales quienes prometen excelentes y “mágicos” resultados. Garantizando triunfos y cobrando jugosos honorarios.

Las reflexiones de este artículo, resultado de nuestra experiencia de campo es bastante escéptica de dichas estrategias, que puede ser que sean eficientes en una ocasión, pero la repetición de la misma falacia, termina con resultados negativos para quienes la formulan. En términos lógicos, falacia “es un argumento que parece válido, pero no lo es. Algunas falacias se cometen intencionadamente para persuadir o manipular a los demás, mientras que otras se cometen sin intención debido a descuidos o ignorancia”. En muchos casos la falacia trata de respaldarse con estrategias de convalidación emitidos por líderes religiosos.

El concepto de falacia tiene una cierta ambigüedad empleada por los propagandistas, quienes construyen argumentos de impacto que luego se descubren que eran falsos. El constructor de falacias apunta a la falta de memoria, amnesia o incapacidad de asignar responsabilidades a quien construye el juicio erróneo, para en el próximo proceso volver con una nueva andanada de mentiras.

Esta mecánica tiene consecuencias pues dejan de lado los procesos de construcción de la experiencia personal y social, una de ellas es el desprestigio de los políticos profesionales y la pérdida de capital simbólico de las estructuras del poder político y los poderes fácticos. Un elemento adicional ha sido el desprestigio del Poder Judicial, si observamos el caso brasileño las acusaciones contra Lula da Silva, que terminaron desmoronándose es algo que compromete a todo el sistema.

El juez Moro, principal acusador, quien terminó siendo acusado y totalmente desautorizado por la Suprema Corte representa un caso paradigmático. La opinión de la Corte pone en riesgo la credibilidad de todo el Sistema, incluso a ella misma y en un mundo globalizado donde la información circula por múltiples canales tiene un efecto paradojal, que pone en entredicho a toda acusación contra quienes, en los sistemas de propaganda globalizada, fueron estigmatizados como asimilados o comparados con Lula.

En México tenemos un caso interesante, el PES (Partido Esperanza Social) se presentó como el partido de los evangélicos, logró un caudal electoral del 2.5%, pero la legislación exige obtener el 3% para mantener el registro. En las elecciones de 2018 se alió con MORENA, el partido vencedor, y esto le dio resultados interesantes en senadores, diputados, legisladores locales, un gobernador y varios municipios, pero curiosamente no alcanzó el 3% y perdió el registro.

El PES no hizo un trabajo de construcción política, no supo “administrar políticamente” sus legisladores y autoridades designadas para ganar un consenso. En las elecciones intermedias volvió a presentarse y tampoco obtuvo el ansiado 3%, más en este caso hizo alianzas con políticos que ostensiblemente no tenían ninguna relación con su perfil evangélico, que pretendía aplicar un programa para las familias y los valores. Estas alianzas le hicieron perder toda credibilidad en el mundo evangélico mexicano que está en alrededor del 20% de la población. Terminó disolviendo el Consejo de Pastores que tampoco le garantizaban el voto evangélico, pues en México el electorado es muy laico y no acepta recomendaciones electorales de sacerdotes o pastores, la búsqueda de un voto corporativo también le falló.

La construcción de falacias o noticias erróneas (fake news) pueden tener resultados en el corto plazo, pero terminan revirtiéndose contra las personas o medios que las construyeron generando efectos paradojales, que terminan en el mediano plazo, perjudicando a quienes las produjeron. “Eran promesas de campaña”, afirmó un antiguo presidente mexicano, cuando le exigieron el cumplimiento de su programa, calificando como ingenuos o tontos a quienes él había engañado. Lo más valioso que puede tener un político o un líder religioso es su credibilidad y eso se logra, no mediante la construcción de una imagen, que puede ser efímera, sino con una larga trayectoria de consistencia en su comportamiento. Los electorados son cada vez mas analíticos, críticos y tienen, siempre han tenido, una excelente memoria.

“La mentira tiene patas cortas” decía mi madre, “en la boca del mentiroso, hasta lo cierto se hace dudoso” pronosticaba mi suegra.

Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH INAH.

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