“Hay mentiras, mentirotas y estadísticas"

Hace tres días me llamaron por teléfono para hacerme una encuesta, me preguntaron si conocía a un candidato y si estaba de acuerdo con ciertas propuestas. Decidí entrevistar al entrevistador, pues la forma en que hacía las preguntas contradecía la metodología habitual. Le contesté en forma disruptiva para ponerlo a prueba, sólo me hizo dos preguntas de las cuatro prometidas y cortó la llamada. Evidentemente no era una encuesta sino una estrategia para entrar en contacto y promover a un candidato, partido o frente político. Considero que es una notable falta de ética promover estos engaños y desprestigian un instrumento muy noble, que son los métodos estadísticos de medición de la opinión pública.

Benjamín Disraeli, ex primer ministro británico

El 6 de junio habrá elecciones a nivel nacional en México y Perú. Hace tres semanas hubo elecciones de constituyentes en Chile y en Perú será la segunda vuelta electoral. Las encuestas chilenas nunca predijeron la debacle electoral de la derecha, de los grupos centristas y particularmente el triunfo de los candidatos independientes que implican cerca de la mitad de la votación efectiva, además de un posicionamiento significativo de la extrema izquierda.

Consideré importante discutir las encuestas electorales y factores vinculantes antes de conocer los resultados para poder analizar y criticar adecuadamente estos instrumentos.

Las encuestas electorales han sido sistemáticamente empleadas por los políticos y tienen la peculiaridad de que muchas veces proponen o exponen resultados que después no coinciden con los resultados electorales, esto nos lleva a inferir algunas hipótesis: las benignas serían que la gente no quiso decir su elección verdadera y la maligna, que la encuesta nunca se hizo o que simplemente se dieron a conocer ciertos resultados manipulados y que quien “pagó” tiene los datos verdaderos. Un operador electoral me comentó en cierta ocasión que al candidato le daban los resultados manipulados “para que no se desanimara” con una inminente derrota.

En el caso mexicano la discusión de los resultados electorales de la Jornada Electoral del 6 de junio es sumamente complejo pues se trata de una elección intermedia, con 300 distritos electorales, gubernaturas, congresos estatales y municipios. En esa variedad todos pueden decir que ganaron de alguna manera y la oposición más precavida se ha centrado en si la coalición gubernamental tendrá o no los dos tercios de la Cámara de Diputados.

El caso peruano es más interesante pues en la primera vuelta electoral ninguna de las empresas encuestadoras le acertó a los resultados y ahora la segunda vuelta electoral tendrá resultados “sin atenuantes”: Pedro Castillo de Perú Libre tiene asignado alrededor del 52% de los votos según las cuatro encuestados más acreditadas y Keiko Fujimori alrededor del 48 o 49%; según las encuestados ganaría Castillo, pero estadísticamente hay un empate técnico pues están en el margen de error estadístico. Para decirlo de otra manera, después del ridículo de abril no quieren arriesgarse pues quienes financian las encuestas apoyan a Keiko.

Las encuestas electorales han sido un instrumento desarrollado en Estados Unidos y Europa y han demostrado su eficacia. ¿Cuál es el problema en América Latina y por qué fallan las encuestas? La más notable fue el plebiscito del No en Chile, cuando en 1988 el dictador Pinochet preguntó si podía quedarse nueve años más. Una acreditada encuestadora estadounidense falló en sus pronósticos, el dictador debió convocar a elecciones e inició la transición a la democracia. En Perú el candidato Pedro Castillo se queja de que lo quieren “terruquear”, que en términos peruanos implica vincularlo con las actividades terroristas del derrotado Sendero Luminoso.

El fracaso de las encuestas electorales en América Latina no es porque sean instrumentos deficientes, sino que existe una utilización inescrupulosa de las mismas por personas que tratan de utilizar el contacto establecido de buena fe, con fines que buenos o malos, son de mala fe. En otros casos, el entrevistado oculta sus preferencias políticas, religiosas o de orientación sexual pues tiene miedo de que la información proporcionada sea utilizada para perjudicarlo notablemente a él o a su familia. No cree en las supuestas garantías de confidencialidad que trata de sugerirle el entrevistador y para completar el cuadro desalentador, en muchos casos los resultados electorales exceden en demasía los presuntos márgenes de error estadístico que le asignan las empresas encuestadoras.

Nos vemos después del 6 de junio y estaremos viendo la “prueba de fuego” o la “madre” de todas las encuestas: los resultados electorales de México y Perú.

Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH

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