Los periodistas especializados han simplificado las tendencias del campo político religioso mexicano y latinoamericano encasillando a ministros y creyentes entre liberales y conservadores. Serían liberales y de izquierda aquellos que están de acuerdo con la interrupción del embarazo, el matrimonio igualitario y la legalización de la marihuana. Los conservadores y derechistas serían quienes defienden “la familia tradicional”, se oponen a la interrupción del embarazo y no están de acuerdo con la legalización de la marihuana. Si observamos con cuidado estas contradicciones se refieren a cuestiones de ética y moral centradas en la percepción de ciertos “modos de consumo” y/o de organización social y familiar. Después de leer “Los hijos de Sánchez” de Oscar Lewis, cabría preguntarse si las “casas chicas” también son parte de la “Familia tradicional”.

En la Iglesia Católica y en ciertas tendencias evangélicas conservadoras hubo y hay una cacería de brujas de sacerdotes y pastores “liberales”, que con mucha eficacia han logrado institucionalizar un discurso conservador, basándose en la interpretación de ciertos textos bíblicos, aunque como suele suceder, los liberales también acuden a otro repertorio de citas bíblicas.

¿Cuáles han sido los resultados de estas confrontaciones políticas y teológicas? Los resultados están a la vista, ha disminuido radicalmente la feligresía de la Iglesia Católica y las corrientes históricas del protestantismo no han captado nuevos feligreses, salvo algunas excepciones. Recientemente el Nuncio Apostólico en México señaló a los obispos la crisis institucional, las vocaciones sacerdotales han disminuido, pues el impacto del catolicismo en la vida social se derrumbó, veamos uno sólo de los indicadores: los matrimonios católicos en 1998 fueron 431,000 y en 2018 bajaron a 229,000; prácticamente la mitad. El Nuncio hizo un manejo estadístico poco habitual en los líderes religiosos y su discurso fue demoledor. Los obispos no están haciendo su trabajo. Algo similar sucede en muchos países de América Latina, por ejemplo, las últimas investigaciones en Colombia muestran que los católicos han bajado al 53% de la población del país.

En las iglesias los sacerdotes pugnan por adecuar el discurso a las preocupaciones de sus feligreses. Recientemente el Papa Francisco en un saludo muy peculiar en el Pio Colegio Mexicano de Roma les recordó que “La mundanidad espiritual, podemos decir la mundanidad pastoral, espiritual, o sea el modo de vivir espiritualmente mundano de un sacerdote, de un religioso, una religiosa, un laico, una laica, la mundanidad espiritual es el peor de los males que le puede suceder a la Iglesia. Literal. Peor aún que la época de los Papas concubinarios (sic). Por favor, cuídense de la mundanidad. Es la puerta de la corrupción”

Ratificando las preocupaciones papales, el 8 de abril conocimos la sentencia aplicada al sacerdote Francisco Javier Bautista por asesinar al diácono que colaboraba con él, a 27 años de cárcel. Este acontecimiento que conmovió a la opinión pública se asocia a las denuncias por abusos sexuales y patrimoniales de los sacerdotes, mas el escándalo de figurar en la nómina secreta del encarcelado gobernador Cesar Duarte. Evidentemente la mundanidad es un problema de la Iglesia.

En estos contextos los mensajes conservadores son observados con mucha suspicacia por los jóvenes, quienes buscan refugio en otras iglesias o simplemente eliminan las preocupaciones religiosas de sus cuestiones prioritarias. Esto se ve reflejado en distintos relevamientos de la religión en la sociedad y particularmente los jóvenes. Tenemos tres fuentes, para Argentina la Segunda Encuesta realizada por el CEIL-CONICET, la de Visión Mundial para Colombia y el Censo de 2020 en México.

Según la información recolectada la mayoría de los jóvenes son incluyentes, están en desacuerdo con la homofobia, consideran que la interrupción del embarazo es una decisión que sólo la mujer involucrada debe tomar, etc. El Estado debe respetar las decisiones de sus ciudadanos en su vida personal y no puede regir la vida privada. Las iglesias deben reformular sus propuestas y abandonar la promesa (y amenaza) de castigos celestiales.

En estos contextos el desafío para los ministros de culto consiste en desarrollar una pastoral de acompañamiento a sus feligreses y particularmente los jóvenes, y deben estar dispuestos a aprender de ellos. Con la pandemia se agudizó, son los altos niveles de pobreza en nuestras sociedades, que los religiosos deben asumir la cuestión social y abandonar las categorías de “liberales y conservadores” construidas en otras realidades sociales del Primer Mundo. Tratando de entender como en situaciones muy difíciles, los pobres construyen formas específicas de espiritualidad, con otras variables, que no son precisamente los temas sexuales y reproductivos. Los teólogos entrevistados aportan otros conceptos como democráticos y autoritarios, progresistas. Nos falta recorrer un largo camino para explicar nuestras realidades, desde nuestras perspectivas.

Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH

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