La Iglesia Católica tiene el privilegio de ser la organización burocrática más antigua del mundo occidental, y también es la estructura burocrática más antigua de México y de América Latina. Es evidente que desde el Censo de 1895 en que el 99.1% de los mexicanos se declaraban católicos, a la actualidad los católicos han disminuido en términos porcentuales, a la vez que han cambiado y se han diversificado. La pregunta es si la Iglesia está en condiciones de afrontar el desafío de la pluralidad, con un abanico de ofertas atractivas que les permitan afrontar los desafíos culturales del siglo XXI, más la pandemia y la etapa pospandemia

Hay muchos modos de ser católico en México, en nuestras investigaciones encontramos catolicismos étnicos (hay 68 grupos étnicos), tradicionalistas, mestizos o ladinos, católicos guadalupanos, de teología de la liberación, de teología india, al modo del Bajío (los mochos), católicos integristas de clase alta o teología de la prosperidad, movimiento de la renovación carismática en el Espíritu Santo, católicos liberales, influidos por el Concilio Vaticano II, católicos norteños de frontera con influencia de la cultura norteamericana. A estos catolicismos debemos agregar catolicismos de grupos de migración como los católicos de Chipilo, de habla alemana, francesa, originarios del Líbano como maronitas y grecomelkitas, entre otros.

En una investigación encontré que la Iglesia Católica mexicana está dividida en 19 provincias eclesiásticas con un arzobispo al frente de cada una. Los católicos al modo del Bajío, los mochos, es el nombre popular que se aplica a los originarios de los estados influidos o que participaron de la Guerra Cristera en el siglo pasado: Jalisco, Guanajuato, Nayarit, Michoacán, Querétaro, de donde son originarios 11 de los 19 arzobispos. Un grupo que gana poder dentro del Episcopado es el de Monterrey, que posee un importante seminario y el respaldo del relevante grupo económico del mismo nombre. Controlan tres arzobispados. Los restantes están en grupos del clero local, como Chihuahua, Puebla, San Luis Potosí y Veracruz.

En México existen 77 órdenes y congregaciones masculinas que tienen 1,700 sacerdotes religiosos y 300 congregaciones femeninas con 28,000 religiosas. Los sacerdotes religiosos representan 15% del clero, sin embargo, no hay ningún arzobispo religioso y el porcentaje de obispos de este origen es poco relevante en el Episcopado. Los obispos del clero diocesano están desperdiciando ese potencial institucional. Las razones son conocidas, la mayoría de los religiosos y religiosas no comparten la orientación conservadora de los herederos de la Guerra Cristera en el siglo XXI.

Esta revisión del liderazgo eclesiástico sirve además para explicarnos la crisis institucional y la baja de católicos. No podemos perder la perspectiva de las posibilidades de adaptarse a los cambios culturales y las nuevas demandas de las feligresías que tienen formas específicas de espiritualidad, que en muchos casos son desestimadas por un liderazgo con perspectivas sesgadas y muy vinculadas con sus procesos de tradición y endoculturación religiosa. Eso que los antropólogos llamamos “resistencia al cambio”.

Una luz en la oscuridad. El 27 de febrero por primera vez en la historia moderna de México fue designado un sacerdote del clero de Tabasco como obispo de Tuxpan, Veracruz, Monseñor Roberto Madrigal Gallegos. Habitualmente eran designados en Tuxpan obispos de Querétaro, Michoacán o Jalisco más preocupados por emplear esta diócesis para planear su regreso al terruño. Otros ven coincidencias, entre que por primera vez tenemos un presidente tabasqueño y por primera vez también un obispo de este mismo origen. Un cambio en la orientación o una lluvia de verano.

Doctor en antropología.
Profesor-investigador emérito ENAH-INAH

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