Las tradiciones occidentales y cristianas proponen que los festejos navideños sean una propuesta de paz, reconciliación y también olvido de viejas (y también recientes) querellas. En estos tiempos navideños es habitual también que los gobernantes den el perdón a detenidos que no se consideran un peligro para la sociedad. También puede ser utilizado por regímenes autoritarios para liberar presos políticos sin que se vea esto como una debilidad sino como una fortaleza o actitud benevolente.
Originalmente cada pueblo tenía una visión del mundo, rituales y mitos que explicaban su realidad simbólica y que eran propios del carácter o identidad de los mismos. El Imperio romano por una parte respetó las distintas visiones del mundo de los pueblos conquistados e impuso que se rindiera culto al emperador, como símbolo de obediencia y sumisión, además de cobrar un tributo a los pueblos dominados. Esta exigencia entró en conflicto con los judíos, pues en su construcción religiosa monoteísta no podían incluir en su sistema de creencias el culto al emperador, pero si podían pagar el tributo solicitado, y simultáneamente obedecer a las autoridades que les impusieran los romanos, como fue el caso del tristemente célebre Poncio Pilatos.
Durante la Edad Media los cristianos emprendieron las Cruzadas, empresas militares y mercantiles con el “piadoso” propósito de rescatar el Santo Sepulcro de Jerusalén y liberar los territorios donde se originó el cristianismo, que estaban en manos del Imperio Otomano, un estado musulmán. Los musulmanes tienen el concepto de yihad, que podría traducirse como “esfuerzo de superación espiritual”. Este concepto de espiritualidad puede tener diversas lecturas, pues en esta dinámica no hay una separación sagrado profano o físico y metafísico, como puede darse en el mundo cristiano occidental, sino que la confrontación y la superación puede leerse también como un esfuerzo para resistir al enemigo, sea otro ser humano o el diablo u otro agente maligno.
El Islam, al igual que muchas religiones contemporáneas no tiene una estructura centralizada, sino que es lo que en términos antropológicos llamamos sociedades segmentarias, donde cada segmento es independiente de los otros, pero además cada segmento se considera en sí mismo la lectura de su totalidad, por lo cual son muchos quienes se consideran autorizados a representar al todo.
Esta perspectiva es motivo de fuertes conflictos al interior del mundo islámico pues la coexistencia de distintos focos de autoridad hace que todos los actores están convencidos que la razón está de su parte. Un ingrediente adicional es que los musulmanes consideran que las otras religiones “están en el error” y que deben unificarse contra los “infieles”. Es importante recordar que los 5 pilares del Islam, son el testimonio de fe (shahada), oraciones diarias mirando a La Meca (salat), el zakat (la caridad), el ayuno del Ramadán (sawm) y la peregrinación a la Meca (hajj).
En este contexto la decisión del presidente Trump de atacar en Nigeria, ciertos objetivos o centros de reunión de grupos fundamentalistas que podrían reconocerse como importantes en términos militares resultarían contraproducentes, pues estas acciones de los “infieles” podría confirmar que efectivamente los fundamentalistas están confrontándose con personajes demoníacos y los “verdaderos” musulmanes deben aliarse contra Satanás. Un dicho musulmán dice: “Yo contra mi hermano, mi hermano y yo contra mi primo, mi primo, mi hermano y yo contra el extranjero”. En esta lógica interna un “verdadero” musulmán no puede aliarse con un “infiel” contra otro musulmán.
Es importante mencionar que la única mujer mencionada en el Corán es María, la madre de Jesús y que Jesucristo es considerado un segundo profeta, quien anuncia el advenimiento de Mahoma, el tercer y último profeta. En estos contextos religiosos debe ser leída la acción de Trump de bombardear ciertos objetivos estratégicos de grupos que él considera fundamentalistas islámicos, que masacran cristianos. Algunos analistas menos piadosos podrían suponer que es una jugada para mantener la presión sobre Venezuela y otros países, donde es consciente que las posibilidades de acción militar sobre el terreno pueden ser más complicadas e incluso podrían fracasar. Desde esta óptica la acción podría interpretarse cómo una estrategia de política interna o para incidir en el escenario latinoamericano.
Probablemente los nigerianos piensen: “no me ayudes compadre”.
Doctor en antropología, profesor investigador emérito ENAH-INAH

