Eduardo Backhoff Escudero

Presidente de Consejo Directivo de Métrica Educativa, A.C.

@EduardoBackhoff

Próximamente, se llevará a cabo un foro virtual en Brasil sobre la forma en que distintos países utilizan y establecen metas en su planeación, así como mecanismos de seguimiento para lograr los fines que se proponen los gobiernos en materia educativa. Con la idea de explicar lo que se hace en México al respecto, revisé las metas nacionales (llamadas del Bienestar) y las internacionales (metas ODS-4 de la ONU) que se publican en el informe Principales Cifras del Sistema Educativo Nacional: 2022-2023 de la SEP. En este informe, tanto las metas nacionales como internacionales se operacionalizan en parámetros medibles que, a su vez, se desagregan por nivel educativo o para la población en general. Cada parámetro contiene cuatro indicadores estadísticos: a) línea base (que puede ser de algún año del sexenio anterior), es decir, el punto de referencia con el cual se compara este gobierno, b) meta a lograr a finales de esta administración y c) dos estadísticas intermedias (2021-2022 y 2022-2023) que dan a conocer el avance o retroceso de las metas programadas.

En el Programa Sectorial de Educación 2020-2024, se establecen seis metas para el Bienestar, que se desagregan en 18 parámetros. De éstos, todos tienen una línea base (estadísticas de sexenio anterior), pero solo seis tienen definida una meta concreta a lograr para 2024. Comparando la línea base de cada parámetro con la estadística del ciclo escolar 2022-2023, encontramos que a un año de que termine este sexenio la mitad de los indicadores educativos seleccionados por este gobierno no solo no han tenido ningún avance respecto al sexenio anterior, sino que han tenido ciertos grados de retroceso (algunos de ellos, menores). Por ejemplo, mientras que la cobertura en Educación Media Superior en el ciclo escolar 2018-2019 era de 84.2%, actualmente es de 80.8%; en educación preescolar, las cifras son de 79.6 y 74.1%, respectivamente; la tasa bruta de escolarización de la población más pobre (definida por los primeros cuatro deciles de ingreso) en educación básica y media superior es menor ahora que hace cinco o seis años. Lo mismo sucede con las escuelas de educación primaria que cuentan con los libros de texto completos al inicio del ciclo escolar y con la tasa de alumnos de educación básica que asisten a escuelas con docente de educación física. De especial importancia la reducción en el Gasto federal en educación como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB), que en 2018 fue de 3.5 y en 2023 se redujo a 3.4%.

Respecto a las metas de la ONU para el Objetivo del Desarrollo Sostenible 4 (ODS-4, 2030), en el plan sectorial solo se seleccionaron seis de ellas. Sin embargo, en ningún caso se establecen metas intermedias por alcanzar a fines de este sexenio, ni se muestran las líneas bases para cada indicador (el estado en que se encontraban en el sexenio anterior). Lo único que se tiene son las estadísticas de 25 indicadores desagregados de los ciclos 2021-2022 y 2022-2023. En, prácticamente, la totalidad de éstos se muestran avances en estos dos años, aunque muy insignificantes (de décimas), lo que para propósitos prácticos significa que seguimos en condiciones muy similares en los últimos dos años, pero desconocemos cómo nos comparamos con las condiciones anteriores a 2018 y en qué medida nos acercamos a los ODS-4 establecidas por la ONU para 2030.

Con esto datos podemos decir que al gobierno actual le interesa muy poco el establecimiento de metas en términos cuantitativos. Pareciera que le dan alergia los números, sobre todo cuando éstos reflejan la eficacia de las políticas públicas y comprometen al gobierno a

cumplirlas o, bien, a aceptar que no las pudo cumplir. Lo anterior surge del cuestionamiento de por qué la SEP estableció metas por alcanzar en 2024 en solo una tercera parte de los indicadores educativos del Bienestar, que se definen en el Programa Sectorial de Educación. Por qué no definir, por ejemplo, el porcentaje de escuelas que al fin del sexenio deberían contar con computadoras e internet, tanto en educación básica como en media superior (por ahora, cercano al 50%). También, uno se pregunta por qué no se establecieron metas educativas para 2024, según lo acordado con la ONU para 2030.

Concluyo que el gobierno cuatroteísta, en el mejor de los casos, prefiere enunciar las metas pero no medirlas y, en el peor de ellos, ni siquiera enunciarlas, como es el caso del aprendizaje de los estudiantes.

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