El gobierno tiene muchos miedos, ya sea por amenazas reales o imaginarias, y con base en ellos actúa. Los miedos imaginarios de cada gobierno retratan parte de su verdadera esencia, por lo que se podría aplicar un dicho popular (modificado): “dime a qué le temes y te diré quién eres”. El gobierno lopezobradorista ha mostrado tener, no solo miedo, sino pavor a ciertas cosas. Una de ellas es la información que generan los organismos nacionales autónomos y los extranjeros, que contradicen lo dicho por el presidente cada mañana. Por ello, el mismo presidente acuñó la frase “yo tengo otros datos”, con lo cual descalifica la información que le incomoda, tales como: el desabasto de medicamentos, el incremento del crimen organizado, el aumento de la pobreza, la corrupción de las autoridades, la persistencia del huachicol, el número de fallecimientos por la pandemia, etc.

El presidente y, en consecuencia, el gobierno de la 4T en su conjunto padece de lo que un amigo etiquetó como evaluofobia: miedo o pavor a ser evaluado, lo que incluye el rechazo a utilizar esta herramienta para conocer el mundo que les rodea. En vez de evaluar la realidad con instrumentos válidos, confiables y estandarizados (o normalizados), prefiere valorarla con base en sus propios juicios y prejuicios. Rechaza la información que contradice su percepción, mientras que acepta toda aquella que confirma sus convicciones, aunque ésta no tenga bases sólidas.

Este miedo a la evaluación se manifestó por primera ocasión claramente con la desaparición del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), cuya principal función era generar información válida, confiable y pertinente sobre los diversos componentes del Sistema Educativo Nacional, con tres propósitos: documentar el estado en que se encontraba la educación del país, proporcionar información a las autoridades educativas para generar políticas basadas en evidencias (y no en ocurrencias) y coadyuvar a la rendición de cuentas. El INEE generó información muy valiosa desde 2002 hasta 2018, fecha en que por órdenes directas del presidente lo desapareció. La justificación de esta decisión se basó en las suposiciones del presidente sobre la “perversa naturaleza” del INEE (neoliberal, punitiva, privatizadora), sin considerar que gracias a la información generada se documentó por primera ocasión en la historia de México la situación educativa del país.

El pecado del INEE fue que personificaba el miedo más aterrador de este gobierno: la información objetiva y dura en manos independientes. Pero, “matar” al INEE no fue suficiente para curar su fobia. El trauma de la evaluación gubernamental se sigue manifestando en el actuar de la SEP. Así, en los Planes y Programas de Estudio 2022, la palabra evaluación se menciona en más de 80 ocasiones, pero principalmente, para denostar el uso de esta herramienta valiosísima en el proceso educativo. En repetidas ocasiones, el término evaluación se asocia con: el neoliberalismo, lo alejado de la práctica pedagógica, la imposición de los organismos internacionales, la invalidez de sus resultados, etc.

Aunque el documento dedica un apartado al tema de la evaluación, se hace de manera confusa, ambigua y contradictoria. En principio, toda la evaluación la reduce a su función formativa (retroalimentar al estudiante), como si no existieran evaluaciones con propósitos diagnósticos (conocer los niveles de aprendizaje) y de certificación (acreditar un curso o grado escolar). Se habla de una evaluación formativa que requiere realizarse por parte de todos los actores educativos (docentes, padres, comunidad), pero sin especificar la forma de operarla. También se menciona que el docente calificará al estudiante para promocionarlo, aunque ésta no reflejará el aprendizaje obtenido. Para la SEP la evaluación carece de referentes. Es decir, no busca que todos los alumnos alcancen metas escolares mínimas o básicas. Los docentes podrán acreditar, a su juicio, el aprendizaje de los estudiantes sin que ello refleje, por ejemplo, que dominan cierto nivel de lenguaje escrito o matemáticas. De esta manera, egresarán de la primaria escolares con grandes diferencias de aprovechamiento escolar; mientras que algunos dominarán la lecto-escritura y la aritmética, otros mostrarán un rezago educativo considerable en una o en ambas asignaturas.

En síntesis, muchos de los miedos del gobierno son producto del desconocimiento y de sus prejuicios. El presidente y la 4T no han entendido que la función de la educación es formar a los niños y jóvenes del país para que se realicen como personas y se conviertan en ciudadanos comprometidos con su país, mientras que la función de la evaluación es verificar y coadyuvar a que estas metas se cumplan. Tenerle miedo a la evaluación es tanto como tenerle miedo a la información y, con ello, a la realidad.


Presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa, A. C.
@EduardoBackhoff

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