El 5 de diciembre, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) dio a conocer su informe de resultados de PISA (Programa de Evaluación de Estudiantes Internacionales). En prácticamente todos los medios de comunicación se aborda el tema de los bajos resultados de los estudiantes mexicanos, que se resume en el alto porcentaje de alumnos de 15 años de edad que no logran adquirir las competencias básicas (menores al nivel 2) en matemáticas (66%), lectura (47%) y ciencias (51%); cifras que representan el doble del promedio de los países de la OCDE en esta condición: 31%, 26% y 24%, respectivamente. En el otro extremo, los resultados de los estudiantes mexicanos con calificaciones altas (niveles 5 y 6) son prácticamente inexistentes, mientras que el promedio de los países de la OCDE fluctúa entre 7 y 9% y, en algunos países, llegan a ser hasta de 41% (Singapur).
Comparando los resultados de México a lo largo del tiempo (2000-2022), el informe muestra una tendencia negativa del aprendizaje en matemáticas y ciencias, mientras que en lectura no se observan cambios significativos. Algo similar se observa en el promedio de los países de la OCDE, que tuvo un decremento significativo en las puntuaciones de matemáticas y lectura, pero no en ciencias. Igualmente, entre 2018 y 2020, en muchos países se observan decrementos en el aprendizaje de los estudiantes, en pocos casos se observan mejorías y en otros no se observan cambios significativos en este periodo.
Sin querer desgarrarse las vestiduras (por el bajo desempeño de los estudiantes mexicanos), pero tampoco sin querer minimizar los malos resultados (aludiendo que fue un mal compartido por muchos países), es importante analizar detenidamente los resultados que muestra PISA, dado que representan una buena medida para estimar el efecto que tuvo la pandemia en los distintos sistemas escolares del mundo, así como para tratar de entender las razones de su impacto. Dos hipótesis (pero no las únicas) que pueden explicar la pérdida de aprendizaje se refieren al tiempo prolongado que las escuelas estuvieron cerradas y a la poca disponibilidad de infraestructura digital en los hogares para recibir clases en línea. Lo anterior se traduce en un incremento de las brechas educativas entre países (más y menos desarrollados) y entre poblaciones al interior de ellos (más y menos privilegiadas). Para tener un referente de estas brechas, se puede considerar que 25 puntos en la escala de PISA corresponden a un grado escolar (lo que varía por asignatura y país). Así, en matemáticas los estudiantes mexicanos (395 puntos) están aproximadamente tres grados escolares por abajo del promedio de los países de la OCDE (472 puntos) y seis grados escolares por debajo de Singapur (575 puntos).
Además de fijarse en las distancias escolares entre un país y otro, es importante analizar el tipo de competencias que adquieren el promedio de estudiantes de un país y aquellos que no logran adquirir; información que sirve para diseñar políticas y programas educativos que ayuden a los estudiantes a recuperar el aprendizaje perdido; especialmente, aquel que es necesario para seguir aprendiendo. Por ejemplo, en matemáticas, los estudiantes mexicanos de 15 años pueden interpretar y reconocer, sin instrucciones directas, cómo puede representarse matemáticamente una situación sencilla; sin embargo, no pueden modelar matemáticamente situaciones complejas, ni pueden seleccionar, comparar y evaluar estrategias adecuadas de resolución de problemas. En lectura, pueden identificar la idea principal de un texto de extensión moderada, encontrar información basándose en criterios explícitos y reflexionar sobre la finalidad y la forma de los textos; no obstante, no pueden comprender textos extensos, tratar conceptos abstractos o contraintuitivos y distinguir entre hechos y opiniones, basándose en pistas implícitas sobre el contenido o fuente de información. En ciencias, pueden reconocer la explicación correcta de fenómenos científicos conocidos y pueden utilizar estos conocimientos para determinar, en casos sencillos, si una conclusión es válida basándose en los datos proporcionados; pero, no pueden aplicar de forma creativa y autónoma sus conocimientos a una gran variedad de situaciones.
El informe de PISA representa actualmente la única fuente de información confiable del país sobre los niveles de aprendizaje de los estudiantes, la que puede ser comparada con otros países y consigo misma a lo largo del tiempo. Dicha información debiera ser utilizada para diseñar políticas públicas cuya meta sea mejorar los niveles de logro educativo. Sin ellas, estaremos cada vez más alejados de los países punteros. Por desgracia, México renunció a tener sus propias métricas de aprendizaje, que se complementarían con la de los estudios internacionales. Esperemos que el próximo gobierno rectifique este grave error.
Presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa, A. C.
@EduardoBackhoff