El día lunes, 24 de agosto, inicia el nuevo ciclo escolar bajo la modalidad de enseñanza televisiva y a distancia, programa que eufemísticamente se ha denominado Aprende en casa II. Como su antecesor, este programa consiste en transmitir, por diversos canales de televisión abierta, todos los contenidos curriculares de la educación obligatoria apoyándose, de manera complementaria, en plataformas digitales para que docentes y estudiantes se comuniquen e intercambien diversos materiales escolares: lecturas, tareas, ejercicios, evaluaciones, etc. Asimismo, la SEP entregará libros de texto, guías de estudio y otros materiales impresos, especialmente a los estudiantes de las zonas rurales que no tienen acceso a las tecnologías digitales

Este regreso a clases deja muchas interrogantes respecto a su cobertura, pertinencia y eficacia, considerando lo siguiente. Por un lado, nueve de diez hogares no tiene televisión y solo la mitad cuenta con computadoras conectadas a Internet (en las zonas rurales la cifra es de 20%). Por otro lado, los pobres resultados de la telesecundaria mexicana que, en todos los informes del extinto Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), han evidenciado que los aprendizajes que logran sus estudiantes son inferiores en todas las asignaturas evaluadas a los aprendizajes que adquieren los alumnos de otras modalidades; comparada con la educación privada, las telesecundarias tienen un rezago hasta de tres grados escolares al fin de la educación básica.

Como es costumbre en este gobierno, las autoridades educativas no han dado información sobre la eficacia de la estrategia Aprender en casa, implementada a partir de marzo pasado. Tampoco parece ser que la SEP se haya nutrido de la experiencia de los docentes y padres de familia. Llama la atención que los docentes hayan quedado al margen del diseño de la nueva estrategia y que hasta el día de hoy no se conozcan los programas educativos televisivos que se difundirán a partir de este lunes. Las poblaciones más pobres siguen sin conexión a Internet, pues no hay un programa de conectividad pública que atienda este problema. En síntesis, todo parece que Aprender en casa II tendrá los mismos resultados dudosos que su primera versión.

Entonces, es legítimo preguntarse ¿existen alternativas para atender de mejor manera el problema educativo? Mi opinión es que sí, al menos en tres ámbitos. Primero, debemos de partir de la premisa de que los estudiantes que no tengan los instrumentos para acceder a la educación a distancia no tendrán oportunidades para aprender en este regreso a clases. Al respecto, se pueden implementar dos programas: 1) proveer de Internet público gratuito para todas las personas de bajos recursos, así como del equipo necesario para acceder a las clases en línea y 2) implementar un programa de clases presenciales seguras y alternadas para que los estudiantes más necesitados puedan asistir a la escuela, aunque sea un par de días a la semana, lo que implica las escuelas tengan condiciones de higiene, seguridad, equipamiento e Internet. La educación a distancia se deberá dejar sólo a los estudiantes con las mejores condiciones socioeconómicas y cuyo rendimiento académico les permitan aprender en casa.

Segundo, sabemos que la educación a distancia no puede sustituir a la que se recibe en la escuela; pero sí representa un complemento. Cada modalidad tiene su propia racionalidad, por lo que es incorrecto hacer una traducción simple de una a otra. En este sentido, tanto los contenidos educativos como los métodos pedagógicos deben ser diferentes. Por ello, sería necesario adaptar el currículo nacional a la modalidad televisiva y a distancia, recortando contenidos, adaptando estrategias de enseñanza y modificando los libros de texto; elementos que fueron diseñados para una educación presencial. Una propuesta racional es que nos enfoquemos en las competencias básicas de razonamiento lógico-matemático y de comprensión y uso del lenguaje escrito. Esto implica que el estudiante haga muchas más lecturas que las previstas, que responde por escrito a preguntas que impliquen su comprensión y que escriban resúmenes y ensayos sobre lo leído. Algo similar debemos hacer con la enseñanza de las competencias lógico matemáticas, concentrándonos en la adquisición de habilidades complejas de pensamiento. Si durante la pandemia mejoramos sustancialmente estas dos competencias básicas habremos dado un gran paso, y de regreso a clases presenciales se podrán atender los contenidos de las ciencias naturales y sociales pendientes.

Tercero, sabemos que el recurso más importante en el proceso educativo es el docente, tanto en la modalidad presencial como a distancia. Por ello, debemos de invertir en que los docentes estén mejor preparados para atender las necesidades de sus estudiantes, lo que implica que dominen las tecnologías de la información con propósitos pedagógicos y que tengan a su disposición guías didácticas, material pedagógico adicional (videos, ejercicios, juegos, etc.), métodos para adaptar material didáctico para la enseñanza a distancia, formas de seleccionar y adaptar los contenidos del libro de texto a la situación actual. Nos debemos enfocar en la capacitación de los docentes de mayor edad y con menores habilidades digitales. En su caso, debemos de proveerles con la tecnología necesaria para que cumplan con sus funciones pedagógicas que el momento les demanda. Por otro lado, las tecnologías digitales con propósitos pedagógicos deberá ser un tema a incorporar al currículo de las Normales, quienes deberán dominar a la perfección las competencias necesarias para la enseñanza del siglo XXI.

Creo que, sin estos cambios, el programa de Aprender en casa II, más que ubicarnos en el futuro de la educación, nos regresará al modelo viejo de la telesecundaria, ahora, extendido a toda la educación obligatoria: será como volver al pasado II.

Presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa, A.C.
@EduardoBackhoff

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