La desigualdad social es un fenómeno que ocurre cuando un colectivo tiene privilegios por encima de otro y desprecia los derechos de éstos. La desigualdad de género ocurre debido a que el colectivo femenino ha sido vulnerable históricamente de sufrir una discriminación, que se deriva de un sistema social, político, económico y moral centrado en las decisiones y valores de los hombres; es decir, en un sistema patriarcal. El patriarcado es proclive a fomentar un conjunto de actitudes, conductas, prácticas sociales y creencias destinadas a promover la superioridad del hombre sobre la mujer, fenómeno conocido como machismo; el que se da con distinta intensidad en los países, según su cultura y costumbres. Incluso al interior de un país se pueden encontrar zonas geográficas que varían considerablemente en esta característica indeseable de sus habitantes. Todos los sistemas que se basan en colectivos privilegiados producen efectos indeseables entre los miembros de una sociedad que son discriminados. En el caso del patriarcado, dos de ellos son la inequidad y la violencia que sufren las mujeres.

En México, la inequidad de género es un fenómeno bien conocido. En todos los reportes internacionales nos ubicamos muy lejos de los países más igualitarios, como son los casos de Finlandia, Noruega e Islandia (Global Gender Gap Report). Incluso, comparándonos con países latinoamericanos, la posición que ocupamos en este tema está por debajo de Nicaragua, Bolivia, Cuba, Costa Rica, Argentina, Colombia, Ecuador, Trinidad y Tobago y El Salvador (Índice Global de Disparidades de Género, IGDG). En 2015-2016, México ocupó en al IGDG el lugar 66 del ranking mundial (de 144 países). Sin embargo, en el subíndice Participación y oportunidades económicas, ocupó el lugar 122, mientras que en el Logro educativo ocupó el lugar 51. Es decir, la inequidad de género no es uniforme entre sus distintas manifestaciones, por lo que puntualmente se pueden atender cada una de ellas.

Por otro lado, la violencia de género se entiende como todo acto realizado de manera voluntaria y propositiva por parte de una persona con el objetivo de dañar o hacer sufrir a otra, y cuyo origen o motivación se encuentra en el hecho de que la parte agredida forma parte de un género o sexo concreto. Este tipo de violencia es ejercido, generalmente, por parte del hombre hacia la mujer, y se da en un contexto social donde la mujer es percibida como inferior al hombre y éste la somete a su voluntad. La violencia de género se ejerce de múltiples formas: las más habituales son la física, la psicológica y la sexual, pero existen otros tipos de violencia como la social y económica. Entre los países con mayores índices de violencia de género se encuentra México, que cayó del lugar 60 al 80 en el ranking de los mejores países para ser mujer (US News & World Report, 2019). Sin lugar a dudas, la peor violencia de género es el feminicidio, donde México ocupa un lugar destacado en el mundo. De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en solo tres años (2015 a 2018) se duplicaron las defunciones femeninas con “presunción de homicidio y mujeres víctimas de homicidio doloso y feminicidio”, pasando de 150 a 300 muertes mensuales.

Por la incapacidad del gobierno para resolver, o al menos disminuir, esta problemática, en los últimos meses hemos presenciado diversas manifestaciones femeninas en las que reclaman y exigen su derecho a vivir en un ambiente de igualdad y de seguridad. En esta misma tónica, el 9 de marzo próximo un grupo de mujeres (Las Brujas de Veracruz) emplazaron al paro nacional “El nueve ninguna se mueve”, con el fin de visibilizar las precarias condiciones sociales y de injusticia a las que han sido sometidas durante toda su historia y, muy particularmente, en los últimos años en los que los feminicidios han crecido exponencialmente en nuestro país. La fuerza de esta manifestación de mujeres agraviadas por los hombres se podrá medir por el número de féminas que hagan un paro de manos caídas, que no asistan a su lugar de trabajo y que se queden en casa. Seguramente, será un día que marcará un parteaguas en la lucha social de las mujeres mexicanas.

Lo anterior nos debe recordar a los hombres que el fortalecimiento del papel de la mujer en las sociedades modernas representa uno de los principales desafíos del Estado y de la sociedad civil en el siglo XXI. A la luz de los más recientes estudios internacionales y de las estadísticas nacionales, la inequidad y violencia de género persisten como temas pendientes en la agenda pública de México. Pero lo que más urge es acabar con la violencia hacia las mujeres, que carcome la moral del país. Por ello, como hombre, soy más que empático con el paro nacional de 9 del marzo.

Presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa, A.C.
@EduardoBackhoff

Google News

TEMAS RELACIONADOS