López Obrador no la ha medido bien.

Los Jesuitas, una orden religiosa extendida por el mundo y con influencia global, prepara una respuesta al Gobierno de la 4T después del asesinato de dos de sus sacerdotes en el templo de Cerocahui, en la Sierra Tarahumara.

Y si fuese poco, le van a dar chamba a Marcelo Ebrard pues están evaluando pedir por la vía diplomática el apoyo de Estados Unidos para ganar seguridad en la Sierra Tarahumara y también para profundizar la investigación por los hechos de Cerocahui.

¿Habrá algún asesor trasnochado que le haya dicho a López Obrador que en tiempos del papa Juan Pablo II el Superior Mundial de la Compañía de Jesús era el padre vasco Pedro Arrupe, quien tenía tal influencia mundial que era conocido como “el Papa Negro”, por vestir sotana negra diferente a la blanca del Papa?.

¿El Obradorismo va a retar esos canales reales de poder internacional, sólo por tozudez y liviandad.?

López Obrador está incurriendo en la impertinencia de enfrentarse a la Iglesia, creyendo que va a obtener réditos de tal pleito.

Y como si no tuviese suficientes conflictos, de manera ignorante y sectaria retó a la comunidad Judía de México al desaprobar a Carlos Alarzraki, llamándolo “hitleriano”. La respuesta fue obvia: “Presidente, soy Judío”.

No solo parece terco en repartir abrazos en lugar de poner paz a través de las fuerzas del orden público, sino que López Obrador ha abierto un capítulo no visto en México desde hace décadas: un enfrentamiento con las autoridades religiosas y eclesiásticas del país.

Hay quien se atreve a decir que tales embates verbales del Presidente de la República contra la jerarquía de la Iglesia y hasta la orden de los Jesuitas no se habían producido desde la llamada Guerra Cristera que vimos en México en 1926.

Sus reacciones recientes dejan ver cuánto le molesta el tema, pero las cifras no mienten en cuanto a la inseguridad en el país.

. La primera y quizá la más pesada son los más de 124 mil muertos por homicidios dolosos antes de cumplir cuatro años de gobierno, lo que ya supera en más del doble de los que sucedieron en el gobierno de Felipe Calderón, pese a que fue el iniciador de la “guerra” imprudente contra las organizaciones del crimen organizado

Mientras el tema de la seguridad empeora en varios de los marcadores de los diversos delitos, López Obrador la quiere resolver a golpes declarativos con expresiones pasadas de tono contra los eclesiásticos y Jesuitas.

Y es que la característica de la semana anterior no fue el lustroso acto inaugural de la Refinería Olmeca en Dos Bocas, Tabasco, lleno de oropel y mentiras que le acompañaron, sino los tres días seguidos que el hígado presidencial se dedicó a hacerle frente a las críticas de la Iglesia y .la Compañía de Jesús por la inseguridad que se vive en todo el país.

Fiel a su costumbre repartió exabruptos, descalificaciones y hasta insultos a los eclesiásticos y religiosos que a propósito del muy difundido asesinato de los dos Jesuitas en la Iglesia de Cerocahui, lanzaron críticas a su estrategia de seguridad pública y pidieron cambios a la misma.

Una frase dicha desde el púlpito por el jesuita Javier Ávila en el Templo del Sagrado Corazón de la Ciudad de Chihuahua, ante los cadáveres de los dos sacerdotes asesinados, va a quedar como una marca de su gobierno, tan notoria como aquella de Alejandro Martí cuando les dijo “si no pueden renuncien”, o la de Nelson Vargas que les dirigió “Eso es no tener madre”. Ambos, por el mismo motivo; inacción frente al secuestro de sus hijos.

“Los Abrazos ya no alcanzan para cubrir los balazos”, le mandó decir a López Obrador el sacerdote Javier Ávila “Padre Pato”, dentro de un discurso lleno de indignación y crítica por parte de la Compañía de Jesús ante la pérdida de dos de sus miembros.

No se quedaron atrás los señalamientos de la Iglesia Católica a través de la Conferencia de los Obispos. Su Secretario General, Ramón Castro Castro, señaló puntualmente la inconformidad por los niveles de inseguridad que vivimos y también pidió que haya cambios en lo que francamente no ha funcionado durante todo este gobierno.

En una entrevista que le hizo Ciro Gómez Leyva a AMLO antes de tomar posesión de la Presidencia de la República, aceptó que no habrá Cuarta Transformación sin resolver el tema de la inseguridad pública que vive el país.

Ignorando aquella expresión que ahora parecería distante, López Obrador se engalló en varias mañaneras contra la Iglesia, por sus críticas y peticiones de cambio de estrategia.

No solo les dijo a algunos miembros de niveles altos de la jerarquía católica que “están apergollados por la oligarquía”, sino que el Jueves llamó “hipócritas” a los de la jerarquía católica por haber “callado” cuando ocurrían los muertos del gobierno de Felipe Calderón.

López Obrador no fue lejos por la respuesta.

La jerarquía de la Compañía de Jesús ya había expresado su disgusto público sobre la estrategia de seguridad de la actual administración, pero desde mitad de semana el Secretario General de la Conferencia del Episcopado, el Obispo de Cuernavaca, Ramón Castro Castro, salió a responderle a López Obrador de manera directa y confortativa.

Y anunció que harían público un pronunciamiento en el que darían cuenta de todos los comunicados y documentos que la Conferencia de los Obispos produjo cuando sucedieron las masacres durante el gobierno de Felipe Calderón.

El Obispo Castro rechazó enfáticamente el apelativo de “hipócritas” que les endilgó López Obrador, encendido en su atril mañanero del Salón de la Tesorería del Palacio Nacional.

Y el “Padre Pato" Javier Avila le respondió a López Obrador con una mesura que no priva en la Mañanera. “Muy gratuitos” y “viscerales”, llamó el padre Javier Ávila a los dichos de López Obrador. Ambas respuestas ante preguntas directas de Joaquín López Dóriga.

La llamada guerra cristera de México, sucedida entre 1926 y 1929 comenzó con la que en su tiempo se llamó la “Ley Calles”, en la cual el sonorense Plutarco pretendía algo similar a las Leyes de Reforma y a la desamortización de los bienes de la Iglesia.

Tres años de disparos entre el Ejército y los “rurales”, contra católicos que se sentían legítimamente agredidos por las disposiciones regulatorias que incluía la Ley Calles.

Principalmente en los estados del centro del país, Guanajuato, Zacatecas, Jalisco, Colima, San Luis Potosí se levantaron en armas y durante más de 30 meses cruzaron tiros y estrategias contra las fuerzas armadas del gobierno.

Fue la última vez en nuestra historia donde se desató un enfrentamiento tan frontal entre el Gobierno y la autoridad eclesiástica. Sin armas de por medio, pero el clima de golpeteo no abona absolutamente a nada bueno.

Esto se va a poner peor.

Está a la vista la respuesta de la CEM a López Obrador .

También el pronunciamiento de la Compañía de Jesús, que va a resonar hasta Roma y puede tener alcances insospechados para el Gobierno de López Obrador.

No hay que olvidar que justamente en 1927 las autoridades fusilaron a un sacerdote Jesuita en el terreno que hoy ocupa el edificio “El Moro” de la Lotería Nacional. Fue el del padre Miguel Agustín Pro, a quien el gobierno de Calles acusó de sedición, sin prueba alguna, en medio del movimiento de la cristiada. Desde ese fusilamiento hasta el asesinato de los Jesuitas en Cerocahui.

Ambos impunes y sin que hasta el momento haya resultados ostensibles de que se hará justicia atrapando a los responsables del acto. Solo han detenido a familiares del “Chueco”, pero no hay nada sobre el escondite del ejecutor material de la muerte de los Jesuitas.

Incluso, podría estar en Estados Unidos o Sinaloa y de ahí que la jerarquía Jesuítica esté pensando en solicitar la ayuda de las autoridades norteamericanas para localizar al sicario.

La novela inmortal de Cervantes, entre otras muchas cosas, legó la frase que el Quijote le dice a Sancho, referido a un incidente con la Iglesia.

Sucedía que en una situación muy particular, al entrar en la aldea del Toboso, buscando la casa de Dulcinea, Sancho y el Quijote se toparon con los muros exteriores del templo del lugar.

Fue entonces cuando Cervantes escribió en boca del Quijote que habían topado con la Iglesia.

A través de los años, la frase “Con la Iglesia hemos topado, Sancho”, se ha usado fuera de su contexto y por extensión en un sentido de enfrentamiento ya sea con los preceptos, normas o instituciones, incluyendo por supuesto lo relativo a la Iglesia Católica.

López Obrador ya se encontró un tope que no esperaba y al que quizá está enfrentando con un imprudente desparpajo y con las formas habituales de la mañanera: ramplonas, descuidadas, peyorativas y con frecuencia elementales y con falta de sustento. Y luego lo de la Comunidad Judía.

A ver cuánto le cuesta.

Les Deseo un Gran Día de Sol

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