A 30 años de su muerte quienes tuvimos el privilegio de conocer a Luis Donaldo Colosio lo recordamos con afecto, admiración y una extraña nostalgia por lo que pudo haber sido y no fue. Se me agolparon los recuerdos al escuchar en el programa de López Dóriga la excelente narración de Norma Meraz, mi amiga desde que fuimos compañeros en la televisión, de cómo vivió junto a Diana Laura esa terrible tragedia para su familia y para el país.

Me hizo recordar cuando conocí a Colosio en 1984 siendo él Director General en la Secretaría a cargo de Salinas de Gortari. La entonces Senadora Silvia Hernández me dijo un día: “Eduardo, tienes que conocer a Luis Donaldo porque la Presidencia de la República puede estar en su futuro”. Silvia, amiga mía desde 1976 cuando fuimos diputados, posee un ojo clínico para apreciar las aptitudes políticas. Acudí a un desayuno propiciado por ella y de inmediato surgió una química entre ambos producto de nuestra afinidad inicial: los dos fuimos jóvenes locutores en nuestro pueblo, él en Magdalena de Kino y yo en Coatzacoalcos; recordamos nuestras participaciones en concursos de oratoria y cómo nos unía la “cultura del esfuerzo”, como él se refería a quienes no proveníamos de una familia rica y poderosa. Así llegamos a ocupar direcciones generales en el gobierno, pues entonces me desempeñaba como Director General en la Procuraduría General de la República.

Después nos reunimos periódicamente mientras su estrella ascendía hasta alcanzar la candidatura presidencial. Silvia se integró a su equipo y me invitó a participar como asesor externo, pues mi ocupación principal era estar a cargo de la Procuraduría General de Justicia de Veracruz, cargo al que había llegado gracias a una decisión de Luis Donaldo que me abrió el camino hasta ese puesto.

A principios del ‘91 Colosio como presidente del PRI me había “palomeado” para ser nuevamente diputado federal mientras ocupaba la Dirección General Jurídica de la Secretaría encabezada por  Patricio Chirinos, quien jugaba en el equipo de Colosio con miras a la sucesión.

Simultáneamente, Miguel Montes me invitó a ser su Subprocurador en la Procuraduría del D.F. Le expliqué que mi candidatura estaba anunciada y debía consultar con Chirinos, quien al día siguiente me dijo: “Dice Colosio que te vayas a la Subprocuraduría para evitar que ese cargo lo cubra Manuel Camacho”, entonces gobernante del Distrito Federal y su rival en la carrera por la presidencia. Le agradecí a Colosio su decisión, señal de que el Presidente se iba inclinando por él para sucederlo.

Ya como candidato, Colosio visitó Veracruz y me hizo objeto de un trato muy cordial, gesto que en política tiene gran peso. Eso fortalecía mi posibilidad de ser Senador. Se imaginarán que al auténtico dolor por su deceso, se unía la incertidumbre sobre mi futuro. Muchos personalmente perdimos algo, pero fue mucho más lo que perdió el país porque Colosio significaba la corrección de excesos neoliberales y los ajustes hacia la izquierda que el PRI necesitaba para mantener el péndulo que caracterizaba los relevos presidenciales. Esta percepción se fundaba en el origen y formación de Luis Donaldo, ratificada por su célebre discurso del 6 de marzo.

México pudo ser otro, antes de precipitarse en el abismo de la derecha.

Magistrado en retiro y constitucionalista.

@DEduardoAndrade

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