Gente que por su pobreza no se enteró, o que sus ocupaciones no le permitieron descuidar su trabajo o la atención a familiares, o que fue engañada por personas con toda clase de intenciones para desalentar su participación en las jornadas de inmunización, son el tipo de historias que se encuentran en las regiones en las que hubo una baja penetración popular de las campañas de vacunación.

Por desconocimiento, desidia o negativa de su población, tres de los estados con mayor marginanción en el país (Chiapas, Oaxaca y Guerrero) reportaron las tasas más bajas de vacunación en México, en donde el caso chiapaneco es el más dramático al registrarse un alcance de la inmunización entre sus habitantes de solo 60%.

A los chiapanecos le siguen los oaxaqueños con un 69% de alcance y los guerrerenses con un 70%. Estos bajos márgenes de vacunación obedecen a desinformación entre los pobladores de esa entidad sobre la efectividad o la pertinencia de las vacunas, que lleva desde la incredulidad en la existencia de una enfermedad nueva como el Covid, hasta la desconfianza plena por supuestos rumores de intenciones ocultas del gobierno tras la campaña de inmunización.

Aunque el presidente Andrés Manuel López Obrador ha declarado un estatus de “misión cumplida” en algunos estados como Baja California, ciertamente no es posible generalizar su triunfalismo al resto del territorio nacional.

Con un total nacional reportado por la Secretaría de Salud de casi 74 millones y medio de mexicanos con por lo menos una dosis de vacuna, queda claro que para una población de más de 128 millones de personas —de las que sí, buena parte corresponde a menores de edad, para quienes aun está en espera su autorización sanitaria para ser inmunizados— aún queda mucho trecho por recorrer.

No obstante que no se debería generalizar todavía el triunfalismo de las campañas de vacunación, es de reconocer que sí ha habido un avance notable que ha permitido a grandes rasgos bajar la incidencia del Covid entre la población, aminorar el número de hospitalizaciones y de paso reactivar la maltrecha economía.

Es loable que el gobierno informe sobre plazos y demás ritmos de vacunación, pero se manda una mala señal al decir que es ya una “misión cumplida” cuando hay todavía tanto por hacer, sobre todo en las zonas más pobres, que requieren no solo atención sanitaria, sino también educativa y cultural para disminuir su rechazo a vacunarse.

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