Después de un periodo de una muy relativa y corta calma, una vez más se prende en el estado de Michoacán el foco de alerta ante la aparición en la madrugada de ayer en Uruapan de un total de 19 cuerpos de personas que fueron ejecutadas por grupos del crimen organizado y que aunque se presume que es resultado de la confrontación de bandas antagonistas, hasta el momento no se ha esclarecido aun su identidad, si bien los cadáveres se acompañaron de mantas con mensajes dirigidos a miembros de una agrupación rival.

Recordemos que toda la estela de terror que ha sembrado el crimen organizado en México comenzó también con un acto en Michoacán en 2006: un grupo entra al bar Sol y Sombra y arroja en una pista de baile varias cabezas humanas, ante el horror de los clientes del local. Desde entonces ha habido operativos federales que comenzó el presidente Felipe Calderón. En una crisis similar, su sucesor Enrique Peña Nieto ordenó la intervención del Ejército y puso al frente de ésta como supervisor al comisionado especial Alfredo Castillo Cervantes, logrando reducir en alguna medida las acciones delictivas en el estado.

¿Ahora qué se requiere hacer? Enviar a la Guardia Nacional no va a ser suficiente, se necesita toda una planeación y una estrategia enfocadas en esta región en particular, pues tiene unas características especiales que exigen un estudio detallado de sus antecedentes y todos los actores involucrados aun antes del arranque de la mal llamada guerra contra el narcotráfico emprendida hace dos administraciones federales.

Y en medio de toda esta vorágine, cabría preguntarse particularmente qué sucede con los gobiernos estatales, pues esta escalada de violencia no se trata únicamente de un asunto federal. En el caso de Michoacán no se ha visto una participación decidida de los gobiernos que han precedido al actual de Silvano Aureoles, quien prácticamente ha demostrado una inexistencia en la atención urgente al empoderamiento de la delincuencia organizada en su entidad.

En los trece años que han transcurrido desde el macabro episodio del bar Sol y Sombra, los gobiernos michoacanos lo único que han hecho desde entonces ha sido solo levantar la mano para pedir la ayuda del gobierno federal. Después de tanto tiempo de una guerra no declarada pero efectiva en los hechos contra el crimen que se ha enseñoreado en su territorio, tales administraciones tendrían que haber aprendido a ayudar, mas que solo a pedir ayuda.

Google News

TEMAS RELACIONADOS