Ahora México no solo debe cargar con el dolor de ser uno de los países con más alta mortandad por Covid-19 y con los señalamientos de ser de las naciones en las que peor se ha manejado la pandemia, sino también como poco o nada confiable en el manejo de turistas desde el punto de vista epidemiológico.

La noticia de que 40 visitantes argentinos anduvieron por México y se les envió de vuelta a su país haciéndoles creer que se encontraban libres de Covid-19, cuando al llegar allá dieron positivo, es muestra de una expresión más de la corrupción que se asienta en nuestro país en cuanto rubro es factible de generar ganancias de manera fraudulenta.

Las pruebas que se aplican a turistas y personas que están en tránsito por México deberían ser las más fiables y seguras, no solo para brindar tranquilidad y constituir un sustento que dé confianza al sector del turismo, sino porque también de ello depende la garantía de que no siga ingresando el virus al territorio nacional, en especial por el riesgo que constituyen las mutaciones que ha tenido éste.

La experiencia de los viajeros argentinos revela la posibilidad de que se den resultados de pruebas a modo para cumplir con trámites diversos o que incluso se expidan resultados en falso y haciendo de la toma de muestras tan solo una simulación.

Además se está tratando de deslizar la culpa ya sea hacia los laboratorios clínicos que trabajan en los aeropuertos u hoteles, los que mantienen convenios con las agencias de viajes y hasta los proveedores de las pruebas, cuando se trata de una responsabilidad compartida entre autoridades, transportistas, hoteleros y laboratorios de detección, pues se trata de una cadena que se dejó crecer sin supervisión y que ahora que uno de los eslabones se atascó, es cuando se trata de buscar un solo culpable.

Cierto que la atención se ha enfocado en las vacunas, pero se requiere no descuidar otros puntos de cuidado con respecto al Covid-19 y uno de ellos es el de las pruebas de detección, sobre las que se hace necesario un control más estricto e inspecciones que se efectúen con cierta regularidad para certificar que el servicio cumpla con los estándares sanitarios y, lo más importante, que generen una base de datos compartida con la Secretaría de Salud y vinculación con autoridades de otros países o hasta ante instancias de carácter internacional como la OMS o la OPS.

No sería mala idea adoptar también un pasaporte sanitario, en el que se incluya lo mismo un certificado de vacunación para quienes ya hayan recibido la inmunización, como un certificado de negatividad para el virus, expedido a partir de pruebas estrictas que cumplan con protocolos internacionales.

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