La Secretaría de Salud pidió el regreso de los estudiantes de medicina que realizan su internado o pregrado en hospitales del sector público, luego de que dos de las principales instituciones de educación superior con carrera de medicina, la UNAM y el IPN, anunciaran a principios de este mes que pidieron a sus estudiantes no asistir a hospitales por falta de seguridad y capacitación en medio de la pandemia.

En 2018, se tenía registrado en todo el país un estimado de 133 mil estudiantes de medicina, de los cuales unos 26 mil ejercían ya en calidad de internos en hospitales a lo largo y ancho del territorio mexicano. Tan solo la Facultad de Medicina de la UNAM tiene a 1,055 de sus alumnos registrados como internos en 76 hospitales públicos.

El hecho de que ahora el sector salud pida el regreso de los jóvenes, tras hace poco haber pedido a su personal médico mayor de 60 años —originalmente separado de sus puestos como medida de precaución por su edad— a cubrir consultas que no sean Covid aun a riesgo de que llegue ante ellos un paciente asintomático o con sospecha de coronavirus en consulta de primer contacto, puede reflejar la urgencia de personal por la situación y de que buena parte del sistema de salud está basado en la atención que brindan los estudiantes.

Por ello es que el sector salud solicita el retorno de los médicos internos de pregrado para que atiendan el universo de consultas ajeno a la emergencia por Covid-19, pero al igual que en el caso de los facultativos de mayor edad, están en el mismo riesgo de que ante ellos se presente un paciente con coronavirus que busque atención de primer contacto.

En hospitales públicos, los residentes e internos se convierten casi en el soporte del sistema hospitalario, como lo reconoció el propio subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, quien ante el retiro de los estudiantes de medicina en los hospitales públicos, indicó que con su ausencia el sistema de salud veía reducida su capacidad de respuesta al coronavirus.

Se hace esta petición cuando estamos inmersos en medio de la peor fase. ¿Ya hay condiciones para regresar? ¿Están listos los hospitales para proporcionarles todo el equipo de seguridad que se requiere para atender a los enfermos? ¿O se va a condenar a estos jóvenes —a pesar de que solicitan el retorno de quienes no sean vulnerables— a ser víctimas de una enfermedad contagiosa y mortal por no contar con los insumos necesarios?

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