La llegada del demócrata Joe Biden a la Casa Blanca es la oportunidad que tiene México para replantear la iniciativa Mérida, bajo un esquema de cooperación en materia de seguridad entre nuestro país y los Estados Unidos, en el que esta vez se ponderen las necesidades que se tienen al sur del Río Bravo y no ya solo impere la óptica impuesta desde Washington.

El gobierno busca además replantear la cooperación en materia de seguridad interna no solo con Estados Unidos sino con una veintena de países más, aunque ciertamente es con el vecino del norte con el que tiene la relación más cercana y comparte de manera más vinculante una problemática común.

Con Washington, México pretende que el vínculo deje de girar en torno a la Iniciativa Mérida y a la labor que realizan agentes estadounidenses en el país, y empezar a considerar también las necesidades mexicanas en ese ámbito.

Es correcto que se haya puesto orden en la presencia de elementos de la DEA, pues si compartían la información era solo con las entidades oficiales que ellos elegían. La decisión que tomó México hace unos meses no debe, sin embargo, entorpecer la colaboración para garantizar la seguridad de ambas naciones.

México está ahora ante la posibilidad de exponer sus requerimientos de seguridad ante el gobierno estadounidense que tomará posesión en unos días, a fin de establecer un mejor acuerdo de cooperación en dicho campo que resulte benéfico para los dos países. Debe aprovechar la llegada de una administración que parece dispuesta a escuchar y negociar, y sentar las bases que comiencen a minar el poder que el crimen organizado ha generado en algunas regiones del país.

Si bien es un hecho que las bandas se nutren de la corrupción que hay en los distintos niveles del gobierno mexicano, lo es también que la actividad criminal responde a una demanda estadounidense vigente, y que además basa su poder en las armas que se consigue con relativa facilidad en el país vecino.

Las sociedades de México y Estados Unidos resienten los estragos de esas fuerzas delictivas. Es urgente que ambos gobiernos unan fuerzas y estrategias para cambiar el escenario de las zonas afectadas por el narcotráfico, pues son situaciones que se han convertido en problemas comunes. Ante la violencia, la cooperación bajo un espíritu de respeto mutuo puede ser la clave.

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