La Oficina de Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS), organismo al cual el gobierno de México depositó su confianza para efectuar compras masivas de medicamentos y al que le pagó más de 2 mil 300 millones de pesos en medio año, apenas ha logrado alcanzar a cubrir poco más de la mitad del catálogo de fármacos que se le solicitaron para surtir al Sector Salud y mantiene un faltante de alrededor de 600 productos por conseguir.

Las explicaciones que dio la UNOPS para sus escasos resultados incluyen rechazar a casi una tercera parte de los fabricantes por estar ligados a actos de corrupción, mientras que declaró desierta la licitación para la adquisición de hasta 14% de los fármacos de la lista.

De este último caso, el de los medicamentos cuya licitación se declaró desierta, hay algunos tan básicos como la metformina (para la diabetes), analgésicos de primera mano como el ácido acetilsalicílico o el diclofenaco, o antibióticos indispensables como la amoxicilina o el ciprofloxacino.

Y aunque la UNOPS justifica su retraso asegurando que los contratos de compra se han efectuado siguiendo procesos rigurosos y van con un avance de 98%, la realidad es que las adquisiciones se han tardado mucho, han costado una buena cantidad de dinero y al final del día se declararon desiertas muchas claves, por lo que puede concluirse que haber apostado por la ONU como mediadora de las compras no logró su objetivo.

La ONU dice que no pactó con las compañías que tienen las medicinas porque han sido señaladas o están bajo sospecha de corrupción, pero no presentó pruebas. Y aunque la mayor parte de los fármacos que ya se han adquirido ha sido con fabricantes nacionales y son contados los contratos establecidos con compañías del extranjero, los integrantes de la industria farmacéutica nacional deploran que el gobierno mantenga hacia ellos el estigma de corrupción, pero reiteran su disposición a ser parte de la solución hacia el problema del desabasto.

Negarse a considerar las opciones nacionales de abasto abre la puerta a que se hagan compras poco transparentes, sin licitación y apresuradas, sin comparar precios o artículos y sin someter —por la prisa— a control de calidad los productos adquiridos.

Se mantiene así a los pacientes y sus familiares con promesas de que ya se tienen los medicamentos y que sólo deben esperar a que se distribuyan, pero las medicinas no terminan de llegar. Parece habérsele olvidado a los funcionarios encargados de las compras que la enfermedad —y en especial el cáncer— no entiende de plazos ni de fechas a las cuales sujetarse o mantenerse a la expectativa. La salud simplemente no puede esperar.