Uno de los peores escenarios para la paraestatal Petróleos Mexicanos (Pemex) se viene conformando mientras ésta se encuentra agobiada por la corrupción, el endeudamiento y la baja producción, ya que de sostenerse la caída en los precios del hidrocarburo y el valor de nuestra moneda no pueda recuperarse, ahora resultará más caro extraer el petróleo que la ganancia final que pudiera obtenerse de la venta del producto una vez procesado, lo que se traduce en la inviabilidad operativa de sus campos petroleros.

Y aunque en el tema de la explotación de sus campos petroleros, quedan todavía yacimientos como Cantarel y otros aún por explotar plenamente (que aportan en este momento hasta el 80% de la producción nacional), más otros que han sido descubiertos y falta por determinar su real potencial, los existentes y actualmente en uso fueron proyectados cuando se tenía una expectativa de precios por barril que duplicaba o triplicaba la realidad que ahora se están enfrentando, por lo que la coyuntura actual hace inviable ya su conclusión o, de concretarse, su operación, que no podría justificarse o sostenerse con una cotización de la mezcla mexicana con un rango como el actual de 27 dólares por barril. Este escenario viene a meter más presión en la olla en la que de por sí se encuentra Pemex desde hace varios lustros.

La coyuntura funciona como un recordatorio de que no deberíamos depender de una sola fuente de energía y de que el gobierno no debe apostar a la petrolera como la principal generadora de ingresos para la nación, así como de que habría que revalorarse toda la inversión que se ha hecho en Pemex y que pudiera llegar a ser irrecuperable o no producir los dividendos esperados en su operación de mantenerse el panorama en el que no pudiera remontarse el bajo nivel de los precios.

Y es que sumado a lo anterior, el gobierno mexicano parece no tener en la mira que el empuje de nuevas tecnologías, generadas por fuentes de energía menos contaminantes, podría también hacer inviable a futuro el apostar al petróleo como la vía primaria para generar recursos, por lo que ahora más que nunca se debe planear cuidadosamente y tratar de prever con anticipación el rumbo que podría tomar la industria energética no solo a largo plazo, sino desde el corto, tal vez antes de que acabe el sexenio, en el más acelerado de los casos. Visto así, la refinería de Dos Bocas, una de las principales apuestas de este gobierno, podría no resultar el negocio tan largamente acariciado.

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