La larga noche que comenzó el lunes 3 de mayo para más de dos decenas de familias todavía está lejos de terminar. Las causas del derrumbe de un tramo elevado de la Línea 12 del Metro capitalino siguen siendo una incógnita, aunque es de esperarse que la investigación que presente la empresa noruega DNV determine las responsabilidades de todos los actores involucrados. Pero mientras eso ocurre, hay un cruce de señalamientos y deslindes de todo lo que tenga que ver sobre la construcción y el mantenimiento a la línea. La politización del asunto está en un punto álgido, luego de que el diario The New York Times publicó la hipótesis de una falla estructural.

Más allá de la clase política, los familiares de las víctimas se encuentran a la deriva en demanda de justicia. Además del proceso legal presentado en instancias capitalinas, alistan una demanda civil en tribunales de Estados Unidos para exigir una indemnización justa, medidas compensatorias y daños punitivos para los afectados.

Y es que este tipo de tragedias no son “cosas que suceden” y que simplemente tengan que aceptarse, como se sugirió hace unos días desde la tribuna presidencial. A ninguna familia se le puede pedir olvidar que un padre, madre, hermana o hermano perdió la vida en un instante por utilizar el transporte público. Fue una tragedia que no tuvo que haber ocurrido. En algún momento de su construcción o en su posterior mantenimiento dejó de hacerse algo que dejó una consecuencia fatal la noche del lunes 3 de mayo. El responsable o los responsables –probablemente ninguna persona física, pero sí una organización privada o instancia gubernamental– deben quedar de manera clara señalados para que –como excepción– no haya impunidad en una tragedia en la que los sectores más vulnerables pagan con su vida la negligencia de otros.

La fotografía del caso en este instante es desalentadora. Desde el gobierno federal se recurre al mismo discurso de que los adversarios están moviendo hilos para causar una división. Quienes estuvieron al frente de gobiernos anteriores aseguran haber actuado de la mejor manera y lanzan la pelota hacia otra cancha. Y los deudos recurren a instancias internacionales para alcanzar justicia.

Exponer la verdad será lo único que termine con la larga que inició hace 43 días. Que así sea.