En la presente administración se han establecido récords históricos de víctimas de violencia homicida y feminicida en el país, así como en el promedio de asesinatos diarios. Todo lo anterior, a pesar de que, en el último mes (del 21 de abril al 20 de mayo), se alcanzó la cifra histórica de casi 124 mil militares desplegados en el país en tareas de seguridad pública. Un crecimiento de 42% respecto a los 87 mil militares que desempeñaron tareas policiacas del 21 de marzo al 20 de abril de este año.

Sacar al Ejército de los cuarteles para que patrullen las calles no es más que el mantenimiento de una estrategia contra la inseguridad que inició hace 16 años y cuya falta de efectividad se confirma con las propias cifras oficiales.

Los homicidios dolosos hoy son más altos que cuando se asignaron soldados a labores de seguridad pública. Los 120 mil 341 asesinatos acumulados de 2006 a 2012 (sexenio de Felipe Calderón) están a punto de ser rebasados en esta administración, pues de diciembre de 2018 a abril de 2022 suman 118 mil 732 homicidios. El promedio de homicidios dolosos, por arriba de 80 diarios, hace prever que este mes se supere la cifra.

Llegar a esos niveles supondrá un duro golpe de realidad para quienes antes de asumir el gobierno criticaron la guerra emprendida contra el crimen organizado y apostaron a la política de “abrazos no balazos”. Se desoyeron las sugerencias de estudiosos del fenómeno criminal y de seguridad pública que han defendido siempre la capacitación constante de las corporaciones policiacas municipales y estatales, equiparlos de manera adecuada y someterlos a frecuentes y rigurosos controles de confianza. Nada de eso se discute en ningún ámbito de gobierno.

Aunque ayer se insistió desde Palacio Nacional que el camino es el correcto, y que se trabaja con “estrategia, inteligencia y acciones concretas para minar las estructuras criminales”, hay poblaciones completas en algunas regiones del país donde grupos delictivos son los que imponen reglas para la vida cotidiana.

¿Por qué no hacer una revisión a fondo de la estrategia de seguridad?, ¿por qué no tomar lecciones de lo que otras naciones, con índices parecidos de violencia, han hecho para contener los ataques y reducir los asesinatos?

Todo puede contribuir a resolver un problema. Obstinarse en una sola dirección ha sido poco eficaz. Los hechos lo están gritando.

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