Una nueva oleada de migraciones masivas y más agresivas se ha venido dando en Centroamérica desde que comenzó el año. Quienes las conforman apuestan por su poder como muchedumbre pues, aun enfrentadas a fuerzas armadas destinadas a cercarles el paso, las sobrepasan en número y se vuelven prácticamente incontenibles al desbordarse sin control y aprovechando que los militares no pueden hacer uso de la fuerza contra ellos porque se volvería un ataque y una violación a sus derechos humanos.

Es por tanto deber de las autoridades de cada nación de origen de los migrantes, investigar a quienes organizan a las personas que buscan llegar a los Estados Unidos y que son incitadas a arriesgar su vida al confrontar a las fuerzas antimigratorias o incluso por el embate de la propia multitud que puede arrollarlos en estampida. Se trata de traficantes sin escrúpulos que no están detrás del anhelo de cumplir el sueño de quien emigra buscando una mejor vida, sino meros mercaderes que buscan lucrar, sacar provecho de la necesidad y las ilusiones de otros, sin importar su pobreza extrema ni el alto riesgo en el que ponen a sus “clientes”.

Las mafias que están detrás de la organización de las caravanas se apoyan en redes sociales y propagan entre sus seguidores la idea de que una vez en Estados Unidos, será posible obtener permisos de trabajo y la tan anhelada ciudadanía, alegando que el cambio de gobierno en la Unión Americana ampara el fin de la hostilidad que caracterizó a la administración Trump. Se les asegura que la gestión de Joe Biden es más amigable y que con él regresan las políticas y programas proteccionistas, lo que constituye a todas luces un espejismo que ha inyectado nuevas fuerzas a las oleadas migratorias.

Estos instigadores se presentan en sus países como activistas, defensores de derechos humanos, abogados y hasta periodistas, pero según lo revelado por organizaciones no gubernamentales, entre los migrantes también operan grupos de infiltrados enviados por Estados Unidos que buscan desalentar y desmovilizar las caravanas desde su interior, a veces incluso dirigiéndolas por las peores rutas posibles para que terminen decepcionados y, al retornar a sus naciones, transmitan entre sus conocidos la mala experiencia.

Las caravanas migratorias serán un nuevo reto para México y el nuevo gobierno que estrena Estados Unidos. La situación de las miles de personas que buscan mejorar su vida en otro país deberá ser abordada por ambas naciones de la forma más humanitaria pero realista posible, y tratar de negociar con sus pares centroamericanos para mejorar las condiciones de vida de los migrantes en sus puntos de origen.

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