El coronavirus no ha pegado aún al país con la fuerza que se temía, pero hay signos graves para la economía. Mientras el dólar rompía nuevamente su marca histórica, vendiéndose hasta en 23.52 pesos por unidad; el precio del barril de petróleo se desplomó a su nivel más bajo en 18 años, cotizándose la mezcla mexicana en solo 18.78 dólares, y como era de esperarse, la Bolsa Mexicana de Valores fue arrastrada en su caída por las principales bolsas del mundo tras registrarse el denominado “lunes negro”, si bien ayer se produjo una recuperación que permitió, a su vez, amortiguar en algo la caída bursátil en México, aunque algunas empresas cotizantes reportaron derrumbes de hasta 30% en el precio de sus acciones.

El gobierno de la Cuarta Transformación se ha esmerado en asegurar que nuestro país se encuentra preparado para amortiguar el impacto financiero que la pandemia surgida en Wuhan genere y que la economía se encuentra blindada para afrontarla con éxito y echando mano tan sólo de las reservas nacionales que, afirma el mandatario, son suficientes y sin necesidad de endeudarse en el exterior.

Desafortunadamente, en esa ocasión el jefe del Ejecutivo también se jactó de la fortaleza de nuestra moneda, pero bastaron unos cuantos días y presionado por el desplome en los precios del petróleo, que el peso registró un fuerte descalabro, demostrando que no es tiempo de cantar victorias anticipadas ni de asegurar que en materia de economía se es imbatible.

En ese tenor, se espera que el as bajo la manga del gobierno, el plan contracíclico anunciado por el secretario de Hacienda en el marco de la pasada convención bancaria, resulte exitoso y no constituya un fracaso o una subestimación más de la verdadera dimensión de la crisis que ha comenzado a golpearnos. Según lo adelantado, se trata de un conjunto de medidas planeadas originalmente para paliar los efectos de la desaceleración de la economía global pero que, con la llegada de la pandemia por coronavirus y sus efectos colaterales, tuvo que ser reajustado para considerar también la emergencia epidemiológica y el freno que inesperadamente ha impuesto a las actividades humanas, que se estima golpeará especialmente a las pequeñas y medianas empresas.

El citado plan se enfoca en fortalecer el consumo interno, para lo cual se pretende ofrecer líneas de crédito con amplias facilidades que consideran el descenso en la actividad económica y contrarrestar un efecto similar al que hace una década produjo la epidemia de influenza AH1N1, cuando el PIB nacional reportó una caída de 0.5%. No hay motivos para retrasar más su puesta en marcha.

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