Niños que acompañan a sus familias en la travesía o que viajan buscando a parientes de los que se han visto separados, o aquellos que son enviados por sus padres a vivir la vida que ellos no pudieron, o los que huyen del crimen y la violencia que rige en sus lugares de origen e incluso los que escapan de la que sufren dentro de sus propios hogares.

Son todas historias de vida registradas a cortas edades, y que hablan de experiencias de niñas, niños y adolescentes migrantes que hacen transcurrir sus vidas aceleradamente y en las que la inocencia original se ha escurrido ya hace mucho tiempo atrás.

Hoy esos menores y sus relatos y testimonios se hacen visibles porque es Día del Niño, pero ¿y al día siguiente? Seguramente regresan a su viacrucis en pos de una ilusión, la de una mejor vida tras cruzar los 9 círculos del infierno terrenal.

Estados Unidos generó hace unos cuantos años un gran escándalo con el tema de los niños migrantes. El asunto saltó a la mesa de discusión en el gobierno de Barack Obama, se sostuvo durante el de Donald Trump —quien aplicó la política migratoria de Tolerancia Cero que derivó en la separación de niños con respecto a sus padres—, y ha vuelto a tomar fuerza ahora con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca y la esperanza de ser acogidos por el que se cree un más benevolente gobierno del demócrata.

Pero aquí pareciera que la situación de esos menores no existiera o no preocupara a nadie, y en realidad es una problemática que nuestro país vive en sus dos fronteras, tanto en la del norte como en la del sur.

Y el problema no se restringe únicamente a su paso por el territorio nacional, y si lo hacen solos o acompañados, sino implica también la atención que se les debe dar durante su tránsito por México, y que hace necesario considerar servicios de salud, alimentación, alojamiento, transporte o educación —si su estancia es más prolongada— ¿y quién se está haciendo cargo de todo eso?

Tan solo en el estado de Tamaulipas se tiene registro de la atención a unos 5 mil menores migrantes desde 2020, muchos de los cuales han quedado varados del lado mexicano de la frontera en su intento infructoso de cruzar hacia Estados Unidos y que se mantienen ahí con la esperanza de volver a intentarlo.

Es necesario que el gobierno mexicano no solo implemente programas de atención a menores migrantes, sino también campañas en los sitios fronterizos para desalentar la migración, a la vez de procurar mejorar las condiciones de vida de quienes no tienen más opción que migrar y transitar por suelo meixicano. Es tarea ardua, pero no imposible.

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