Con la toma a principios de este mes de la sede de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), en el Centro Histórico de la Ciudad de México —y su reconversión en una casa refugio—, el movimiento feminista vuelve a ganar notoriedad tras de que la contingencia sanitaria por coronavirus lo puso en una pausa no deseada. No obstante, sus integrantes aseguran que la resistencia jamás se debilitó, sino que se mantuvo ganando bríos a través de las redes sociales e incluso se idearon nuevas formas de protesta.

Con esta nueva oleada, el movimiento se reaviva en por lo menos 25 estados de la República Mexicana, volviendo a atraer la atención pública hacia sus exigencias para que se respeten los derechos de las mujeres, por un trato igualitario y por el cese de la violencia, el hostigamiento, las desapariciones y los feminicidios.

La toma de la sede nacional de la CNDH fue seguida de otras tomas físicas o simbólicas de representaciones de dicho organismo o de otros equivalentes en algunos estados, con el llamado tanto a su titular, Rosario Piedra Ibarra, como al gobierno federal, para que se dé atención sin pretextos ni justificaciones a las demandas de la población femenina.

Hacia la causa feminista no puede continuar más la política gubernamental de ignorar a las mujeres y sus exigencias, pues cuando no se les atiende, no se les procura justicia o no se les da un trato igualitario, puede decirse que hay un Estado cómplice que solapa el machismo y la violencia.

No se trata sólo de atender denuncias específicas de feminicidios sino una visión integral que involucra además todo un estudio y análisis de su situación, así como la planeación detallada de estrategias a seguir y el diseño de protocolos de acción y prevención, con consulta continua y buscando siempre la participación de los colectivos y las organizaciones feministas, así como de mujeres especialistas en temas con perspectiva de género.

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