Paraguas con un costo en conjunto de poco más de un cuarto de millón de pesos, que se adquirieron acompañados de unos contenedores especiales para depositarlos, desaparecieron del Palacio Legislativo de San Lázaro sin que nadie hasta el momento sepa con precisión en qué momento y forma fueron sustraídos del recinto, aunque se sospecha que las 300 sombrillas fueron objeto de robo hormiga, una por una, toda vez que los vehículos que ingresan a la sede, si bien son revisados al entrar, no lo son al salir.

El gusto en la Cámara de Diputados por tener una cortesía hacia su personal y visitantes que los protegiera en la temporada de lluvias duró sólo unos cuantos meses, pese a que en los depósitos destinados para las sombrillas se mostraba muy visible la leyenda “Paraguas para uso exclusivo dentro del recinto legislativo”, por lo que en teoría no debía haberse dado origen a ninguna confusión que llevara a pensar que se trataba de un obsequio como recuerdo de la visita al sitio y no de un préstamo como era su objetivo.

La compra se efectuó el pasado mes de julio y en la factura expedida en esa ocasión, a la que tuvo acceso EL UNIVERSAL a través del recurso de transparencia del gasto federal, se especificaba que cada paraguas fue adquirido por el Poder Legislativo a un costo de 388 pesos por unidad, a lo que debía agregarse la compra de 23 contenedores metálicos de forma cilíndrica por los que se pagaron 4 mil 845 pesos por cada uno. Estos botes de acero, ahora vacíos en los distintos puntos del recinto de San Lázaro, estaban destinados a servir como receptorios de los paraguas que, en préstamo dentro de las instalaciones, podían ser devueltos una vez desocupados por los empleados y visitantes, cosa que como está visto, no funcionó precisamente de esa manera.

El caso de los efímeros paraguas de San Lázaro hace recordar al programa aquél de préstamo de libros al interior de las estaciones del Servicio de Transporte Colectivo Metro, el cual si bien inicialmente pareció funcionar de la forma en que estaba previsto —confiando en la buena voluntad de los usuarios— al paso del tiempo los ejemplares impresos desaparecieron y hoy sólo quedan los anaqueles vacíos como recuerdo de ese experimento de honradez social.

Se esperaría que de la 4T hubiera más sensatez al momento de programar gastos y destinar recursos para fines tan cuestionables, en virtud de la pertinencia de hacer o no ese tipo de gastos mientras otras necesidades apremian. Esto demuestra que no por que se dé la llegada de un nuevo equipo de gobierno, se hayan acabado las viejas costumbres de dispendio.

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