El reacomodo de fuerzas que supone la entrada con brío de una potencia como China en el escenario internacional del siglo XXI, viene a desplazar a Estados Unidos del papel de liderazgo que tuvo en el siglo anterior.

No se trata simplemente de sustituir un país por otro. China tiene hoy el papel de contrapeso para Estados Unidos que la Unión Soviética tuvo anteriormente en buena parte del siglo XX hasta su disolución tras la política de Perestroika (“reestructuración”) de su último presidente, Mijail Gorbachov, tras cuyo gobierno vino la separación de las repúblicas encabezadas por la Rusia de Boris Yeltsin, en 1991, y con éste la caída de la mayor parte de los regímenes socialistas del llamado Segundo Mundo.

Ahora, azotado por una pandemia de proporciones mayúsculas, contrasta la actitud del actual gobierno estadounidense comparado al de sus antecesores que ante epidemias como la del SARS o la del ébola, se interesaron en combatir las emergencias de salud que supusieron en su momento cada una de ellas, marcando el liderazgo político y científico de Estados Unidos ante riesgos epidemiológicos. En cambio, la gestión de Trump se retrae y primero pretende ir solo contra la actual pandemia, marcando fronteras hasta el viejo continente, pues como primera medida contra el letal virus, cierra el paso por aire y mar a los europeos que pretendan ingresar a su territorio. Una versión virtual del muro que construye para aislarse de los mexicanos.

Esta crisis ha desnudado una vez más la impericia de Trump quien, con un mal entendido proteccionismo, se cancela así cualquier posibilidad de colaboración internacional que redundara en el propio beneficio de sus gobernados. Incluso el propio mandatario se jacta de despreciar ese liderazgo que se le escapa entre las manos y se va rápidamente hacia Oriente, asegurando que no le interesa y que bien harán los chinos en tomarlo.

No obstante, si Estados Unidos se muestra como un fracaso con su política de proteccionismo a ultranza y de cierre hacia el exterior, frente a los aciertos de expansión comercial de China y del manejo que hizo ésta de su crisis sanitaria -aún con todo y sus propios errores iniciales-, será un argumento a favor del autoritarismo, pues se da a entender que con él se encuentran mejores soluciones a crisis como ésta por la que el planeta entero está pasando. China lo ha entendido y se muestra dispuesta a reclamar ese nuevo liderazgo, vacante en el mundo desde enero de 2017.

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