Las protestas, gritos, marchas, coreografías, performances e intervenciones en sitios públicos son recursos de los que las mujeres mexicanas han tenido que echar mano para hacerse oír. Sin embargo, siguen sin encontrar una respuesta satisfactoria a sus demandas. Próximamente llevarán su movimiento a un paso más allá con un paro nacional de las mujeres que harán sentir con su deliberada ausencia, su enorme presencia en la vida nacional.

Sus protestas se centran sobre todo contra los feminicidios y la violencia de género, pero hay que incluir también estas otras formas de agresión como la que se dirige contra las mujeres con cáncer que han sido privadas de atención en una fundación que recibía parte de sus recursos por parte del gobierno y que ahora, tras no haber llegado a un acuerdo con éste, ha tenido que restringir la asistencia que brindaba exclusivamente a consultas de primer y segundo nivel de atención, dejando el tercero —el de alta especialidad— bajo responsabilidad de los institutos nacionales de salud y hospitales públicos de ese nivel, que resentirán aún más que antes la carga de trabajo y la demanda de suministros y personal especializado.

Otros duros golpes a la causa feminista han sido la desaparición de los refugios para mujeres víctimas de violencia intrafamiliar y la cancelación del servicio de estancias infantiles en aras de una mal entendida austeridad y un barrido indiscriminado en nombre del combate a la corrupción. Dichos lugares eran de gran ayuda para mujeres vulneradas y madres solteras, cuya protesta fue prácticamente ignorada.

No basta con solidarizarse con palabras y decir que no se les criminaliza o que cuentan con el apoyo para el paro nacional convocado para el próximo 9 de marzo. El gobierno debe recordar que más de la mitad de la población son mujeres y que ese día podrían participar millones de ellas en todo el país, como una expresión de hartazgo y enojo con una sociedad y un Estado que parece no escucharlas o no quererlas escuchar.

Como bien expresa la vocera del colectivo veracruzano que está detrás de la convocatoria: “Se están acabando los recursos para que se reconozca el problema de la violencia y la desigualdad, y es desalentador”.

Es tiempo que el Presidente, su gabinete y otros miembros del Estado, como los legisladores, se den por aludidos y reconsideren si todas las medidas que está tomando son justas o suficientes para mitigar el cada vez más creciente malestar de las mexicanas. Ha llegado la hora de dejar de responsabilizar a la corrupción, a administraciones pasadas o a modelos económicos específicos por el descontento femenino, y enmendar los errores y los descuidos.

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