Dos años están por cumplirse desde que el último día de febrero la Secretaría de Salud confirmó el primer caso de una nueva enfermedad que venía recorriendo el planeta desde China. Inicialmente se le conoció como coronavirus por ser causada por un agente patógeno de esa familia viral; posteriormente recibiría su nombre coloquial: Covid-19, acrónimo de la frase en inglés Enfermedad por Coronavirus-19, correspondiendo el número al año 2019 en que se identificó el virus.

En el tiempo transcurrido, la pandemia ha dejado un saldo desastroso de muertos, contagios y enfermos que en algunos casos quedarán con secuelas de por vida. Pero ha dejado también múltiples lecciones, que han permitido aminorar paulatinamente sus efectos e impacto en la salud pública.

A dos años, el escenario en México es más que catastrófico, con más de 317 mil muertos y un registro oficial superior a los 5 millones de contagios, aunque se sospecha que podrían ser más como consecuencia de las múltiples carencias del sistema de salud.

Como lo reconocen los expertos consultados por este diario, esa norma cantidad de muertos y enfermos corresponden a mexicanos que no deberían haber enfermado o muerto por una mala gestión de la peor crisis sanitaria de los tiempos recientes.

Si bien la ciencia médica permitió disponer en tiempo récord un abanico de opciones de vacuna para atenuar el impacto de la pandemia, la burocracia mexicana no permitió que se inoculara a la población con la rapidez que requería la emergencia, a la vez que se segregó de su aplicación a sectores en riesgo aduciendo múltiples razones para no hacerlo o retardarla.

Si bien las lecciones que ha dejado esta catástrofe sanitaria de escala mundial han permitido solucionar y solventar sobre la marcha gran cantidad de obstáculos y tropiezos, parece que con todo no han podido modificar la actitud gubernamental en el manejo de la pandemia que aún está en curso, así como no emprender un decidido mejoramiento de las condiciones en las que trabajan los médicos del sector público de salud.

Médicos y enfermeras, quienes con una mezcla de ingenio, valentía y resignación se dieron a la tarea de enfrentar y contener al monstruo invisible que sacudió al planeta, fueron junto con los científicos, los héroes de esta crisis. La batalla fue dispareja y las bajas fueron muchas, pero merecen un reconocimiento sincero por haber logrado que dos años después la situación empiece a mejorar.