Durante años los más pobres de La Montaña de Guerrero se dedicaron a la cosecha de amapola. Recibían hasta 20 mil pesos por cada kilo de goma de opio obtenido. Con esos recursos sobrevivían decenas de familias y se daban “ciertos lujos” como comprar un teléfono celular.

La situación actualmente es muy distinta. Si tienen suerte, les compran el kilo de goma de opio en un máximo de 7 mil pesos. El motivo, un producto químico –el fentanilo– desplazó a la goma como la sustancia principal para elaborar heroína.

Ahora, de 130 familias que habitaban la zona quedan 30. La pobreza las ha obligado a salir en busca de oportunidades.

En la situación que enfrentan hubo otro hecho que la agravó en 2019: autoridades federales asumieron la entrega de fertilizante gratuito y lo hizo con un retraso de hasta tres meses y de forma incompleta. Los campesinos afirman que eso afectó sus cosechas.

¿Qué opciones hay para quienes permanecen? Prácticamente ninguna a no ser el hambre y la desesperanza.

Por décadas, la cosecha de un cultivo ilegal fue el único modo de subsistencia en una de las regiones con más alta marginación del país. Según comisarios y campesinos de la Sierra de Guerrero, por lo menos unos mil 280 pueblos se dedicaban al cultivo de la flor; casi 50 mil habitantes vivían de esa producción.

Están conscientes de la situación de ilegalidad en que se encontraban, pero ante las alternativas que ellos planteaban, y que aún impulsan, han recibido escasa respuesta. En 2016, apostaron a legalizar los cultivos de amapola con el fin de que esa producción se destinara a la fabricación de medicamentos con morfina, esenciales para enfermos de cáncer. Realizaron marchas y foros, sin embargo todo quedó en una iniciativa que está guardada en el Senado.

La ayuda ha sido solicitada tanto al gobierno estatal como el federal: proyectos productivos, becas, escuelas, caminos, médicos y, últimamente, la implementación del programa Sembrando Vida para sustituir los cultivos ilegales por legales. Continúan esperando.

La región es conocida por su pobreza extrema. Las imágenes que hoy aparecen en las páginas de este diario dan cuenta de que es posible un agravamiento. De sus dirigentes han salido llamados y propuestas, pero su voz no se escucha. ¿Hasta cuándo?

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