Mientras que por décadas la presencia de México en el escenario internacional brilló por un acertado papel de neutralidad y de diestro intermediario en conflictos, la administración actual del país ha decidido replegarse hacia su interior y descuidar notoriamente las relaciones con el exterior, mientras que no en pocas ocasiones, ha mostrado una actitud francamentehostil hacia otros gobiernos.

Con Estados Unidos, la situación se muestra tirante y el inquilino de Palacio Nacional parece no querer hacer algo para mejorar la relación con quien es su principal socio comercial y el país con la mayor cantidad de mexicanos fuera del territorio nacional. Comenzó con la tardanza en reconocer el triunfo electoral del demócrata Joe Biden, más una serie de desplantes que se han agudizado esta vez con el condicionamiento de México para asistir a la Cumbre de las Américas, que se efectuará en suelo estadounidense, solo si no se deja a ningún país del continente fuera del encuentro.

Lo anterior, sumado a acercamientos y guiños de México hacia Rusia y China, podrían dejar en serio predicamento a la diplomacia mexicana y salir de la esfera de países que nuestro vecino del norte considera aliados regionales estratégicos.

Con España, segundo socio comercial de México, los roces se dieron casi desde el inicio de la actual gestión mexicana, al exigir a esa nación europea una disculpa por la Conquista de cinco siglos atrás, a lo que recientemente siguió un pronunciamiento del Presidente mexicano de su deseo de pausar las relaciones con el gobierno español, al parecer por un diferendo y animadversión hacia la inversión hispana en materia energética, la cual López Obrador resiente como una indeseada herencia del pasado neoliberal, concretamente de la administración del expresidente Felipe Calderón.

Pero México cifra su esperanza en recuperar el antiguo liderazgo que tuvo en América Latina, por ello trata de abogar por los hermanos regionales excluidos del concierto continental, como Cuba, Nicaragua y Venezuela, aunque con los migrantes de otras naciones cambia el trato amistoso por una cara de represión, al apegarse a la presión de Estados Unidos para contener la ola migratoria.

Por eso en el difícil campo diplomático y pese a los empeños del canciller mexicano, Marcelo Ebrard, por apagar los fuegos que por acá y por allá va enciendo el mandatario mexicano, la actitud de nuestro país en sus relaciones con otras naciones se sienten como los reparos de un chivo en cristalería. Una política con poco tacto.

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