La pandemia que paralizó al mundo durante todo 2020 y parte de este 2021 no fomentó la solidaridad internacional en los niveles que se esperarían para enfrentar una amenaza común. Cada país decidió de manera distinta adoptar las medidas que consideró más adecuadas para que sus sistemas hospitalarios y economías no colapsaran.

Luego de la aparición de las primeras vacunas contra el coronavirus, hubo intentos desde la Organización de Naciones Unidas para que el acceso a los biológicos fuera lo más equitativo posible. Para eso se puso en marcha el sistema Covax, cuyo objetivo inicial era distribuir 2 mil millones de vacunas para finales de este año, principalmente entre las naciones más pobres. La realidad es que 90% de las dosis disponibles en el mundo se han aplicado principalmente en los 20 países más ricos, incluido México, y que 98% de la población de los países más pobres en el mundo aún no ha recibido alguna dosis.

Ahora que varias naciones han aplicado vacunas a casi la totalidad de su población adulta, la solidaridad y colaboración internacional en materia de salud sigue siendo un tema secundario. Para las naciones más desarrolladas lo más importante parece que es continuar con el cierre de fronteras y aplicar medidas selectivas para permitir el ingreso de extranjeros.

Estados Unidos, por ejemplo, solo permitirá el ingreso a su territorio a quienes tengan dosis completas de vacunas específicas, lo que dará pauta a la discriminación de acuerdo con Andrew I. Rudman, director del Instituto México en el Wilson Center, de Washington, y solo es una muestra de la división que hay en los avances para contener al virus SARS-Cov-2.

Para economías que se complementan, como la mexicana y la estadounidense, además de la intensa relación comercial, ese tipo de medidas vienen a estigmatizar a los ciudadanos y a colocarlos en un nivel superior o inferior por el simple hecho de haber recibido una vacuna específica.

El riesgo de estas acciones es que se profundice la desigualdad global. Los países con mayor avance en sus esquemas de vacunación reactivarán con mayor rapidez sus economías, pero un buen grupo de naciones avanzará de manera más lenta. En lugar de emerger como sociedades capaces de superar barreras para actuar ante un enemigo común, predominan las acciones unilaterales y el desdén a apoyar a los más vulnerables. Mala lección.