Wuhan, la ciudad china donde inició la pandemia por el coronavirus, reabrió parcialmente su vida cotidiana 77 días después de la orden a la población para que permaneciera confinada.

España declaró oficialmente la cuarentena para sus ciudadanos el 14 de marzo. Han pasado 78 días y el gobierno pedirá esta semana al Congreso extender al 21 de junio las medidas excepcionales.

En México la llamada Jornada Nacional de Sana Distancia comenzó hace 70 días, el 23 de marzo, y el país comienza ahora a relajar las medidas restrictivas. ¿Es muy pronto? Comparado con Wuhan y con España parece que sí, además de que hay datos que hacen dudar de que sea el mejor momento.

En la capital del país, los sitios tradicionales de comercio informal, como Tepito, mostraron desde el sábado un aspecto de normalidad, con puestos abiertos y elevado flujo de personas.

Al mismo tiempo en varias entidades los gobiernos locales dieron a conocer medidas para intentar adoptar una “nueva normalidad” con la reapertura paulatina de negocios, empresas y espacios públicos.

Este domingo el subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, advirtió que si las autoridades y la sociedad no siguen al pie de la letra las medidas de prevención indicadas en el semáforo de “nueva normalidad”, se corre el riesgo de que el coronavirus tenga un rebrote en el país.

¿No sería entonces lo más adecuado mantener un confinamiento estricto?

Lo menos que puede decirse de esta etapa es que inicia con información que puede resultar confusa para la población y que parece que se busca ajustar la emergencia sanitaria a los tiempos políticos de poner en marcha los proyectos estandarte del gobierno federal.

Es deseable que las medidas de prevención continúen e incluso se intensifiquen, pero el empeoramiento de la situación está todavía latente. ¿De darse ese escenario a quién habría que responsabilizar?

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