Como producto de la crisis por la pandemia de Covid-19, más de 2 millones de hogares mexicanos pasaron por primera vez en 2020 dificultades para satisfacer la más elemental y básica de las necesidades de los seres humanos: la alimentación. Se sumaron así a los más de 16 millones de hogares que hasta hace dos años conocían ya de esa situación.

La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) reveló los diversos grados de afectación que llevó a millones de mexicanos a prescindir de alguna de las comidas que se deben hacer durante la jornada, hacerlo solo una vez al día o, en algunos casos, abstenerse un día entero de ingerir alimentos por no tener con qué pagarlos o por preferir que los hijos se alimentaran en lugar de los adultos.

Es necesario indicar que aunque en la mayor parte de los hogares mexicanos golpeados por la crisis, los adultos se sacrificaron en favor de que sus hijos o los menores de la familia no carecieran de alimentación, en algunos sectores de escasos recursos, sí hubo niños que se vieron privados de alimento.

Se estima que ante la falta o escasez de recursos económicos, hasta una tercera parte de los hogares mexicanos han tenido que echar mano de opciones no aconsejables desde el punto de vista de una nutrición saludable.

Y entre la información arrojada por la encuesta, se revela además que durante 2020 más de un millón 200 mil tuvieron que recurrir por primera vez a prácticas mal vistas socialmente para poder comer, como mendigar, defraudar o robar, o poner a los niños a trabajar, lo que en conjunto representa más de 15% de incremento sobre lo que acontecía en 2018.

Vale la pena preguntarse si los programas sociales implementados por este gobierno están llegando a quienes de verdad lo requieren más, pues las cifras reveladas por la ENIGH parecen evidenciar que no está siendo así, a pesar de que el lema de la actual administración nacional es que los pobres son primero.

También es pertinente cuestionar si acaso los apoyos persiguen un fin más político que social, que al final no tienen por objetivo subsanar las carencias de la población como lo pregonaban, sino tan solo crear una base de tipo clientelar.

Es necesario tener presentes las consecuencias que puede haber para los menores que padezcan hambre, como desnutrición, falta de desarrollo físico e incluso intelectual, mayor riesgo de padecer enfermedades o con sistemas inmunitarios deficientes, todo lo cual redunda en un país con altas tasas de mortalidad o máxima vulnerabilidad ante embates como el de la actual o futuras epidemias que se presenten, así como bajo rendimiento laboral que imposibiliten al país en su conjunto salir de su crisis. Un gris panorama ante el cual debe actuarse de manera urgente.