El INE ha demostrado a través de los años ser una institución que ha garantizado las elecciones, y los resultados están a la vista pues desde su creación, la alternancia en el poder ha sido ya posible tras más de siete décadas de que un solo partido monopolizara la presidencia y la mayor parte de las gubernaturas de los estados de la República.

Gracias al INE, todos los espectros de la política han podido ejercer su derecho a gobernar al país, iniciando en el año 2000 con el triunfo del panista Vicente Fox y en 2018 dando un giro a la izquierda con la victoria del morenista Andrés Manuel López Obrador, pese a que éste alegó en 2006 haber sido despojado de la presidencia cuando, representando entonces al Partido de la Revolución Democrática (PRD), perdió en las urnas con Felipe Calderón Hinojosa del PAN.

Aun con las inconformidades manifiestas, el cambio de partido hegemónico ha sido posible en buena medida gracias a la existencia de una institución que cuidó a detalle la limpieza de las elecciones y vigiló la fiabilidad de los cómputos electorales en cuanto comicio le ha tocado organizar.

El INE es además una entidad que cuenta con una gran aprobación social y aun cuando hay polémica en relación al presupuesto que se le destina, se debe considerar que cubrir con sus funciones a todo un país e incluso más allá pues llega a tener injerencia extraterritorial al recibir votos de mexicanos en el extranjero, debe contar con partidas económicas razonables que garanticen su adecuado funcionamiento.

En este último sentido, es aconsejable que su presupuesto se revise y se reorganice para despejar cualquier duda sobre los costos que las elecciones y su promoción nos cuestan a los mexicanos, corrigiendo y ajustando las cifras para que sea una entidad estatal lo menos onerosa posible, pero es un hecho contundente que debe prevalecer porque su existencia es finalmente el resultado de décadas de exigencia de que hubiera un ente autónomo e independiente al gobierno para evitar precisamente que éste siguiera como juez y parte en la organización y calificación de los comicios.

Las expresiones y descalificaciones de diversos actores políticos que piden incorporar sus funciones a otra entidad del Estado o hasta “exterminar” al INE no tienen cabida, mientras que hay que analizar y sopesar la iniciativa de la oposición para protegerlo, buscando que sea una defensa no solo que ayude al país para mantener la institución pero que a la vez busque su mejora sustancial, haciéndola menos costosa, eficientando sus criterios de selección y adecuando sus funciones a lo que requiere la nación. No se trata de darle al INE una carta blanca, pero sí de fortalecerlo.