Tal vez ni una guerra o catástrofe natural podría haber tenido tal impacto, pero ahora Estados Unidos lamenta la pérdida acumulada de un millón de vidas estadounidenses, existencias truncadas y vacíos al interior de miles de familias norteamericanas, causada por la pandemia de Covid-19 que desde fines de 2019 comenzó a recorrer el mundo desde China, su país de origen.

Se trata de un millón de vidas menos que resultan incomprensibles para uno de los países con economía sólida y con el potencial científico y financiero que pudo desarrollar una vacuna en tiempo récord. Por eso esas vidas perdidas se presentan como una paradoja en una de las naciones que debieron haber resultado ser de las menos afectadas en el orbe, pero que terminó siendo la que más muertes tuvo, por encima de naciones más pobladas y menos preparadas científicamente.

Sin embargo, tal mortandad es el reflejo de las políticas fallidas adoptadas y consecuencia de una combinación de ignorancia, incredulidad y soberbia por parte de la sociedad norteamericana, pues parte de todos esos muertos los produjo indirectamente el expresidente Donald Trump, quien desestimó la magnitud de la pandemia y emitió una serie de prejuicios y conceptos falsos o equivocados, algunos francamente pueriles que, sin embargo, al provenir de una persona con el más alto cargo en el país más poderoso del mundo, para muchos simplemente no podían estar equivocados.

Se trata también de los lamentables resultados de un alejamiento de la ciencia por parte de gobiernos enfocados en la monetización y la visión empresarial, que al no escuchar, desestimar, minimizar o hasta burlarse de las voces de los expertos, terminaron por hacer de la población civil, paja seca ante las llamas del contagio.

Hay que recordar que ese millón de muertes no es ya una cifra definitiva ni algo que sólo afecte a la primera potencia mundial, sino tener presente que la pandemia continúa y aún no ha terminado. México debe estar atento de no confiarse al igual que lo está haciendo ya la población estadounidense, que ha ostensiblemente bajado la guardia y abandonado la prevención y que, ante un nuevo embate del Covid u otra enfermedad, sería altamente susceptible de sufrir otro golpe pandémico de igual o mayor magnitud.