Este domingo 8 de marzo las mujeres mexicanas alzaron la voz y el puño en decenas de ciudades a lo largo y ancho del país.

Tuvieron más de una razón para salir y protestar: Están hartas de ser acosadas en la calle, en el transporte público o en el trabajo. Están hartas de no utilizar esta falda o aquel vestido porque “así no se puede salir de la casa”. Hay un hartazgo de escuchar comentarios ofensivos a su condición de mujer. Hay hartazgo hacia una cultura machista y misógina que a muchas las frenó para estudiar una carrera profesional “solo para hombres”. Hartazgo hacia una cultura machista que les regatea un salario igual al que obtienen los hombres por la misma tarea.

Hay rabia por la indolencia de la autoridad que siempre pide esperar 72 horas antes de actuar en una denuncia de desaparición de una mujer. Hay furia porque son violadas o asesinadas sin que la gran mayoría de los responsables paguen por sus acciones.

Esta indignación acumulada reunió a mujeres de todos los sectores sociales y de todas las edades.

El Estado ha sido omiso. No ha escuchado. Ha fallado. Esta vez no puede ignorar el grito que las mujeres produjeron en las calles del país.

Las acciones tomadas en los últimos años por la autoridad no han logrado detener las agresiones y los abusos en contra de quienes conforman la mitad de la población del país. No se pueden negar avances en algunas áreas, pero son insuficientes. El índice de feminicidios se incrementa en lugar de disminuir.

Las respuestas deben venir de los tres niveles de gobierno: municipal, estatal y federal. Los municipios no tienen por qué esperar a las instancias estatales o federales para emprender las primeras acciones de cambio. Ni los estados a la Federación. Pero siempre habrá mejores resultados si desde la Federación se coordina la atención a un problema que se extiende por todo el país.

Es un fenómeno cuya erradicación requiere políticas públicas enfocadas a terminar con la desigualdad de género. Es un fenómeno que por encontrarse “normalizado” tendrá que pasar por reeducar a la población para enterrar una cultura machista y derrumbar los roles que por décadas se han asignado a la mujer.

Ayer se dio un paso importante, que continuará hoy 9 de marzo. La ruta está trazada. Algo debe cambiar en el país.

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