Gran sorpresa ha sido ver que el primer día de semáforo rojo en la Ciudad de México consistió de calles abarrotadas de gente buscando adquirir mercancías para la temporada decembrina. Con todo y la serie de restricciones anunciadas de manera conjunta por los gobiernos de la capital y del Estado de México, comerciantes y consumidores desafiaron el estado de emergencia anunciado.

Es por tanto necesario hacer un llamado a que los mexicanos tomemos con seriedad el riesgo latente de contagios y de un recrudecimiento de la pandemia que pudiera resultar inmanejable, mientras que las autoridades también deben tomar con mayor seriedad su papel con respecto al comercio ambulante, ya que además de que estos están en una situación ventajosa con respecto al comercio formal establecido, pues este último además de estar sometido a los cierres o restricciones que determine la autoridad, debe también pagar impuestos, prestaciones de empleados, alquiler de locales, tramitar permisos sanitarios y urbanos, solventar servicios, etc., mientras los ambulantes continúan con su actividad como si nada estuviera sucediendo y sin retribuir casi nada por esa facilidad.

Por un elemental sentido de justicia y equidad, el gobierno debe someter al comercio informal a acatar la serie de restricciones implicadas en el decretamiento del semáforo rojo.

Si la desidia continúa entre los mexicanos, se deberían analizar otras medidas que, sin ser plenamente restrictivas o coartadoras de la libertad de tránsito, sí ayuden a contener de manera más efectiva la propagación del coronavirus, que ha demostrado en esta segunda ola una velocidad de contagio más acelerada, en mucho porque la propia ciudadanía ha contribuido a esparcirlo al retomar cada uno sus actividades casi al ritmo que se tenía antes de la pandemia.

En este repunte de los contagios mucho tienen que ver dos circunstancias, por un lado el cansancio general de la sociedad con la serie de medidas y cuidados que hay que seguir para evitar los contagios, que a muchos les ha llevado a un relajamiento y a bajar la guardia, y por otro lado, el bombardeo constante de las noticias sobre la existencia ya de vacunas contra el Covid y una posibilidad más que irreal de que se logre vacunar en tiempo récord a la mayor parte de la población, lo que ha hecho confiarse a más de uno.

Tal vez sería tiempo de que se analicen otras medidas más fuertes como el uso obligatorio de cubrebocas, confinamientos más estrictos aunque sin llegar a un toque de queda y multas para quien promueva o consienta reuniones o fiestas, incluso en espacios privados. Aún se está a tiempo de evitar una crisis mayor.

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