El esplendor de Acapulco como el sitio turístico más importante del país ha quedado ya muy atrás. Como simples recuerdos permanecen las visitas de actrices y actores reconocidos a nivel mundial para pasar largas temporadas en el puerto guerrerense. El turismo internacional prácticamente ha desaparecido. Hace casi dos décadas que los jóvenes de Canadá y Estados Unidos (spring breakers) renunciaron a la visita anual que realizaban a Acapulco.

La razón: prácticamente desde inicios de este siglo la violencia de grupos criminales se instaló sin que autoridades civiles o militares hayan podido revertir la situación.

Una derivación de esta violencia son las extorsiones. La exigencia de ayuda que lanzan propietarios de negocios queda en el aire, sin ser atendida.

En las páginas de esta edición se cita la historia de Jaime, dueño de una taquería. A él le exigieron un pago de 50 mil pesos. Él respondió que podía proporcionar 10 mil pesos. Las amenazas de balear su local si no entregaba 50 mil pesos, se cumplieron la tarde de un domingo de enero. Nadie resultó herido, pero desde entonces prácticamente tiene cerrado su establecimiento y, si atiende, lo hace con mucho miedo y mucha precaución.

Desde hace unos meses la situación en materia de extorsiones no ha hecho más que aumentar. Una de las señales que los expertos ven son los siniestros en zonas de comercios. En octubre, por ejemplo, 60 locales se redujeron a cenizas en la Central de Abasto, en un hecho considerado intencional; fue la tercera ocasión en cinco años que se produce un incendio en ese lugar.

Antes, a finales de septiembre, la icónica discoteca Baby’O sucumbió ante las llamas en una acción también atribuida a una acción premeditada.

En este año, en febrero, desde casi cualquier punto de Acapulco se vio una columna de humo: 80 puestos del mercado central fueron quemados por hombres armados.

Los blancos elegidos son por igual negocios modestos o de los más importantes de la ciudad. Una evidencia de que en los hechos hay un repliegue de las autoridades ante los grupos delictivos que tienen sometidos a buena parte del comercio.

La inacción ante hechos que se viven diariamente, como las extorsiones, puede agravar la imagen del puerto ante el turismo y acabar con el interés de quienes aún ven a Acapulco como opción para vacacionar. Lo que sería equivalente a sepultar uno de los sitios turísticos más tradicionales del país.