Condicionado a contar con una vacuna efectiva contra el Covid-19, hablar de recuperación económica es, en el caso de México, tan solo hablar de retornar al punto en que estaba el país antes de la contingencia sanitaria, con una recuperación tan lenta que en el más optimista de los casos podría alcanzarse a fines del año 2022, según las últimas proyecciones del Banco de México (Banxico).

Tan solo para regresar al escenario prepandemia, que tampoco era ni por asomo el mejor de todos ya que fue el primero de crecimiento cero, va a tomar por lo menos tres años para su restauración.

Si ya en 2019 la economía había registrado una caída drástica, en el que por primera vez se anunció una cifra de crecimiento cero, la pandemia vino a poner la gota que derramó el vaso y que para cuando acabe el presente año se traducirá en un decrecimiento de entre -8.7 y -9.3% que, entre otros efectos, ha puesto en la categoría de nuevos pobres a más de 11 millones de mexicanos en lo que va de 2020, que se suman a los 45 millones de pobres ya existentes al iniciar el año. Con ello se llega a casi la mitad (44.5%) de la población mexicana en situación de pobreza,

El ingreso laboral real, es decir, el que está relacionado con la capacidad para adquirir los productos de la canasta alimentaria básica, se redujo 6.7% con respecto a 2019 y es el más bajo desde fines de 2017. A esto debe sumarse el estimado de 850 mil empleos perdidos durante este año, en buena parte como consecuencia de la pandemia, pero también por el retiro de la inversión extranjera en México por desconfianza en las políticas económicas del actual gobierno.

Lo que se asegura frecuentemente, parece ser una realidad: que el mexicano ya no conoce otro estado que el de crisis endémica, en la que quienes en este instante son adultos productivos no han conocido otra cara de la economía de México que no sea la de la precariedad; incluso sus padres nacieron y murieron en un entorno de crisis en el que durante su lapso de vida no pudieron experimentar lo que significa la bonanza económica.

La autoridad económica y administrativa de la nación tendría que estar más que preocupada y no solo tener un plan B, sino una serie de alternativas que llegara hasta la Z, así como hacer análisis, escuchar propuestas (sin ver en ellas sólo amenazas del pasado o nuevas fuentes de corrupción) y llamar a la unidad, convocando a todos los sectores del país a marchar juntos, porque sólo así se podrá salir de este pozo que pareciera no tener fondo y en el que ya no se vale una sociedad dividida.

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